Sufrir las noticias

Polidoro Villa Hernández

Cuatro sobrevivientes de una promoción de bachilleres de 1956, lúcidos y bien informados, se reúnen en La Pola a jugar cartas, apostar maíces y rememorar experiencias de más de 300 años de honrosa vida. El martes, los encontré dubitativos tomando infusión de manzanilla en lugar del aromático café hecho en casa. Entre barajar y repartir, afloró una desazón: Nunca habían visto el mundo tan “revolcado” como hoy. No quise recordarles que todos habían nacido en plena guerra mundial que cobró 60 millones de víctimas.

El caso es que una sicóloga –sobrina de uno de ellos- les recomendó no oír ni ver noticias por un tiempo largo al considerar que, dada su sensibilidad, pudieran ser tóxicas para su salud física y mental y crearles un estrés crónico que afectara su sistema inmunitario. Sensato consejo. “Mire a Colombia –anotan-, la realidad nos dice que los líderes son poco sabios y cada vez menos capaces de dirigir al país, y que su actuar va en contravía de las necesidades de la gente. A muchos los mueve la apetencia por el dinero y, sin rubor, le meten la mano al erario. La anarquía política alienta terrorismo, corrupción, pérdida de valores. ¡Las noticias nos angustiaban!”

“La verdad –dice el más ‘joven’- es que altera saber que la gente se mata entre sí por su fe; por un pedazo de tierra: por robarle el celular; porque piensan diferente. Y la mala guía de los dirigentes hace que el ejercicio político oscile entre la comedia y la tragedia, sin soluciones de fondo.”

“Las noticias de afuera también nos golpean: La relativa estabilidad en que vivíamos se agrieta; el calentamiento global intimida; las catástrofes que pronostican angustian; los complots de las grandes potencias atemorizan; la sordera que le predicen a Trump –no hay peor sordo que el que no quiere oír- preocupa; el descrédito de las religiones acongoja; aflige la hambruna y ausencia de democracia en Venezuela.”

“Y cuando necesitamos estadistas y humanistas para rectificar el rumbo, aparecen dictadorzuelos, autócratas, megalómanos, amantes del culto a la personalidad y volvemos a oír títulos rimbombantes de ególatras que se atornillan en el poder para mal: Presidente Vitalicio, Líder de la Revolución; Comandante supremo. Por eso aceptamos el consejo profesional de mi sobrina y abandonamos la rutina casi religiosa de ver y oír noticias. Se estabilizó mi tensión arterial y duermo bien.”

“No podemos impedir que explote un terrorista en Siria; no tenemos poder para frenar carteles corruptos. Decidimos no preocuparnos tanto por cosas que no podemos cambiar cuando estamos ya próximos a utilizar el tiquete de regreso.”

Los chinos tienen una irónica maldición para su peor enemigo: “Ojalá vivas en tiempos interesantes.” “Tiempos interesantes” son de riesgo, de peligro.

Aquí los vivimos, pero este instruido cuarteto no quiere ya enterarse de sucesos que turben la vida tranquila que se ganaron.

Comentarios