Semana de reflexión

Polidoro Villa Hernández

Un próspero comerciante ibaguereño -cuya anciana madre sí cumple con todas las formalidades y tradiciones de la Semana Mayor y asiste de riguroso luto en silla de ruedas a rituales litúrgicos y procesiones, ‘llueva, truene o relampaguee’-, dice que en su vida ha disfrutado de tanto puente Emiliani, que ya no hay plan turístico que lo ilusione. Así que decidió quedarse en la ciudad “a reflexionar… aunque no sé sobre qué”. El viejo tío, burlón, le dice que reflexione sobre si no se le está yendo la mano en el precio de los productos que vende en sus supermercados.

La Semana santa, convertida hoy en septenario de profanos goces, debería tener por estos confines el toque dramático de, por ejemplo, Filipinas, en dónde en un acto de arrepentimiento protervos pecadores –incluidos funcionarios y políticos- se flagelan causándose heridas profundas y algunos son crucificados realmente con clavos de 16 centímetros. En este trópico, faltarían disciplinas de alambre de púas, cruces altas y clavos más largos, para que espiaran sus atroces pecados los ‘dirigentes’ que han llevado a muchas patrias a un estado crítico de violencia, pobreza y zozobra.

Ojalá los creyentes oren con fervor frente a las imágenes de la Pasión, pidiéndoles que iluminen a muchos miopes y codiciosos políticos, para que decidan por qué viacrucis llevarnos: si por el mefítico socialismo populista que nos conduce al totalitarismo dictatorial de ególatras rapaces que envilecen y empobrecen al pueblo, o por la senda del capitalismo salvaje con su ilusorio “mercado libre”, virus de la dependencia total, para que los países ricos nos hagan cada vez más pobres propiciando desigualdades y crisis. O, para su beneficio, dejen las cosas como están. Orar también para que eviten descrestarnos con el cuento de que “somos el país más feliz del mundo” y no nos angustien con el revolucionario: “Revolquemos el país”.

Ante el imposible de que surjan en este folclórico medio político figuras de la grandeza y visión de Gandhi, o de Mandela, hay que invocar los seres superiores para que los líderes de derecha no construyan sus ofertas políticas sobre las mentiras o las medias verdades y no diseñen leyes a la medida de su ambición. E implorar para que los de la izquierda no vengan a pasarnos factura de cobro por sus resentimientos existenciales.

En esta semana de reflexión, cabe preguntarse para que ha servido el Corán, la Biblia, y tanto libro sagrado, cuya esencia señala que cultivar la sabiduría, la bondad y la compasión es más importante que acumular riqueza material, y cuyos códigos éticos exigen: no matar, respetar y amar al prójimo, no decir mentiras, dar más que recibir, no robar, no drogarse, preceptos que de cumplirse hubiera evitado los problemas que atribulan el país.

Es semana propicia para prometer que compartiremos algo de nuestra riqueza, antes que nos la soliciten ‘amablemente’ extorsionistas y atracadores.

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