Alemania y los ricos del mundo se ponen nerviosos

George Wallis

Cuando los pobres del mundo se sienten asfixiados, cuando ya no aguantan más el hambre, la tiranía o las enfermedades, se generan revoluciones que derrumban el establecimiento.

En los últimos 100 años encontramos varios ejemplos de este desesperado comportamiento social, entre ellos: la Revolución de ‘Octubre’, que sepultó el imperio de los zares; la revolución pacífica de Gandhi, que liberó para siempre a la India del majestuoso opresor británico; la revolución cubana, que derrotó al pro-gringo Batista; y la rebelión contra ‘Tacho’ Somosa, el ‘bastardo adoptivo’ de Roosevelt en Nicaragua.

Pero antes de que esas revoluciones cogieran fuerza y tumbaran el sistema social imperante, hubo una reacción represiva de la élite gobernante. Cuando se ponen nerviosos, los ricos en el poder, la llamada oligarquía, recurren primero que todo a las amenazas del Estado, lo más parecido al terrorismo constitucional en sus efectos; las medidas de fuerzas coercitivas de todo tipo, que llevan a blandir las armas, esos desarrollos tecnológicos diseñados para violar el primer derecho humano, vienen más tarde (por último, cuando el sistema entra en un estado de histeria, se violan todos los derechos humanos). Pero, la reacción, lejos de detener las revoluciones, generalmente las acelera.

El mundo occidental se siente amenazado hoy por una revolución demográfico-cultural, tanto en ‘América’ como en Europa, que podría cambiar los cimientos de la sociedad. En cada caso hay un enemigo que atacar: en los Estados Unidos son los mexicanos y el terrorismo musulmán. En Europa son los desplazados de las guerras del Levante, especialmente sirios y el terrorismo de Isis.

La ‘oligarquía’ blanca que se siente amenazada, aquí y allá, genera entonces fenómenos políticos. En el partido más derechista de América aparece un líder tan amenazante como Trump, secundado por un ultraderechista como Ted Cruz (que Dios nos perdone, si llegara al poder). Mientras tanto, en Europa, la derecha francesa reencaucha a Le Pen; y en Alemania, Frauke Petry, el ultra-derechista teutón, amenaza a unos de los gobiernos más respetables y tolerantes del mundo.

El caso americano es bien conocido y todos estamos a la expectativa de que los avances democráticos de Obama se preserven con Hillary, así no nos guste mucho la Exsecretaria de Estado. Pero el de Alemania, la potencia moral del mundo, es un campanazo de alerta. Ángela Merkel, la canciller de un país que ha recibido generosamente a más de un millón de refugiados en 2015, acaba de recibir un golpe electoral de Frauke Petry.

Petry, la misma política que hace un mes pidió que se autorizara a la policía a disparar a refugiados que intenten cruzar la frontera (incluso afirmó que esta medida de fuerza incluye a los niños), podría reflejar la exacerbación de la paranoia occidental.

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