El reinado de Dios salva. El exagerado poder de los hombres martiriza

Jairo Yate Ramírez

« °°° -«Estando Jesús en la cruz, empezaron los jefes a comentar con sorna: «Si salvó a otros, que se salve a sí mismo, puesto que es el Mesías escogido por Dios.» Los soldados también se acercaron y se burlaron de él. Le ofrecían vino ácido y le decían: «¡Si tú eres el rey de los judíos, sálvate!» En efecto, encima de él había un letrero que decía: «Este es el rey de los judíos.» Uno de los malhechores crucificados lo insultó diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.» Lucas 23, 35-43. 

Jesucristo es Rey al modo de Dios y no al de los hombres. Entre los hombres, el rey está de lado de los grandes y poderosos del mundo. En cambio, según la mente de Dios, el Rey tiene la misión de hacer justicia al pobre y al desvalido, su oficio propio es la misericordia. 
Este oficio es imposible que puedan cumplirlo muchos reyes, porque ellos no han tenido la experiencia del sufrimiento humano, ni han sido víctimas de la injusticia de los poderosos, no han sido desplazados de su tierra, no han perdido sus derechos, no han sido lastimados en su dignidad, no han sentido hambre, no han sentido humillaciones, no han tenido que vivir con un mísero salario mínimo, no comparten la cara del otro Colombia que sigue ausente en sus mentes y en su conciencia. 
Ahora, ante la Cruz del Rey se produce una divergencia entre los malhechores: Uno lo insulta, el otro pronuncia una magnífica declaración (...) Nosotros somos condenados con razón, porque nos lo merecemos. El Rey responde: Hoy estarás conmigo en el Paraíso. Entendemos que la salvación es un don gratuito de Dios, conquistado al precio de la sangre de Cristo”. 

Todos los que creemos en Cristo Jesús debemos reconocer como el buen ladrón, que Cristo es el único, el mediador entre Dios y nosotros, de Él es el poder, el honor, la gloria, la alabanza. No pueden existir otros poderes diferentes, sólo el poder de Dios muestra la divinidad del Señor; el poder del hombre martiriza a sus propios semejantes.

En su momento y con mucho atino teológico, el santo padre Francisco combina la salvación con la misericordia y la caridad: “La salvación no inicia por la confesión de la realeza de Cristo, sino de la imitación de las obras de misericordia mediante las cuales Él ha realizado el Reino. Quien las cumple da muestra de haber acogido la realeza de Jesús, porque ha hecho espacio en su corazón a la caridad de Dios. En el ocaso de la vida seremos juzgados sobre el amor, sobre la proximidad y la ternura hacia nuestros hermanos”. 

Cuida tu salud: preocúpate por tus hermanos, sé solidario con todos, no lastimes a nadie; que la caridad y la misericordia sean siempre tu escudo, ahí estarás gobernando al estilo de Dios.

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