El testimonio de vida, no da ocasión al diablo

Jairo Yate Ramírez

°°° «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin” °°° Marcos 3, 20-35. La obra de Cristo habla por sí misma. Es la obra de alguien que ya había sido anunciado con mucha anterioridad desde el profetismo en Israel. Jesús no intenta ganarse la admiración de los demás recurriendo a casos extraordinarios. Él es el Hijo de Dios, Él es quien debía venir al mundo, Él es el Salvador del mundo. Cuando no se cree en él como Mesías se le puede tildar de loco, de alguien que no está en sus cabales, o el extremo pensamiento de que tiene una posesión diabólica. El Maestro demuestra cómo es una señal evidente de la ruina del imperio de satán, y, por ende, ha llegado la salvación al mundo: Él mismo les da el poder a los apóstoles sobre los espíritus inmundos, (cf. Marcos 6,7). Ellos experimentan que los demonios se someten en el nombre de Dios, (cf. Lucas 10, 17).

El poder y la Gracia de Dios están por encima de cualquier tipo de mentalidad y concepto individual. Resistirse a aceptar el Misterio de Dios y su Reino, es abrir la posibilidad al pecado. Muchas formas de pecado nacen ante la terquedad humana, se anidan fácilmente en el corazón nuestro porque encuentran el terreno apto para subsistir. Hay una realidad muy cierta que condena la vida humana: Oponerse a la ayuda de Dios, a la acción de su Santo Espíritu, es abrirle paso a la ruina total nuestra. No es Dios quien castiga, es la misma persona quien cierra todo tipo de posibilidades, por su falta de fe, por su incredulidad en la acción divina, por su egoísmo. Desconocemos el poder de Dios y caemos en el pecado contra el Espíritu Santo. (cf. Marcos 3,29). Toda división necesariamente es fruto del pecado. Combatir el pecado, es imposible para quien está lejos de la Gracia de Dios, para aquel que vive su prepotente historia, para aquel que cree dominar todo tipo de situaciones. No siempre tenemos la razón; hay alguien que la tiene mejor que nosotros: “Quien hace la voluntad de Dios” (Marcos 3,35). Cuida tu salud: La fuerza y la violencia no pueden ser la última razón. 

Arquidiócesis de Ibagué.

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