Una mente sana remedia las excentricidades de la riqueza

Jairo Yate Ramírez

« °°° Dirigiéndose a los fariseos, les dijo Jesús esta parábola: «Había una vez un hombre rico, que se vestía con gran lujo y elegancia y diariamente se daba espléndidos banquetes. Había un pobre que se llamaba Lázaro, y que se la pasaba tendido delante de la puerta del rico, cubierto de llagas y deseando calmar el hambre con lo que caía de la mesa del rico. Hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.” °°° (Lucas 16, 19-31).

La pobreza adquiere una gran importancia en el Reino de Dios. La pobreza es sinónimo de desprendimiento, de humildad, de servicio, de entrega, de apertura al Espíritu de Dios. No todos asimilamos el valor de la pobreza. Algunos hacen de la pobreza un estandarte de lamentación y medio de vida; otros sobre-estiman la pobreza por contradicción a la riqueza; otros extreman la pobreza y la ubican en el campo físico. La pobreza evangélica es la capacidad de dar con el corazón y la generosidad es su destino.

Meditar sobre la parábola del pobre Lázaro y el rico gozador, puede inquietar a una sociedad de consumo. El pobre se queja por no recibir ayuda de quien puede hacerlo; el rico evita situaciones que lo involucren con el pobre. Al capitalista le interesa la producción: Su objetivo comercial es crear necesidad en los individuos. A Jesucristo le preocupa la responsabilidad de hombres y mujeres en el buen uso de los bienes terrenales. Nuestra inquietud es: ¿dónde está el punto de equilibrio? El Papa Francisco piensa que mientras el alma de una persona se incline más hacia lo mundano, lo material, lo placentero; no podrá comprender la situación de los demás: “la mundanidad transforma las almas, hace perder la conciencia de la realidad: viven en un mundo artificial, hecho por ellos °°° La mundanidad anestesia el alma”.

El Evangelio de la vida y la esperanza propone la caridad como virtud y como acción social para encontrar remedio a la desigualdad. La pobreza en el espíritu es un excelente valor evangélico para comprender el sufrimiento, el dolor, y las necesidades de los demás. Una mente sana y un corazón convertido remedian las excentricidades que provoca la locura de la riqueza. San Pablo, apóstol, recuerda que cuando un hombre es de Dios, se esfuerza en la honradez, la piedad, la fe, el amor, la fortaleza y la mansedumbre. (cf. 1 Timoteo 6, 11). Cuida tu salud: Un corazón mundano no entiende las necesidades de los demás.

Arquidiócesis de Ibagué.

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