Solo Dios nos ofrece la verdadera felicidad

Jairo Yate Ramírez

«Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él”. Mateo 17, 1-9. 
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Dice el hermeneuta bíblico: “La agonía y la transfiguración. El bautismo y la transfiguración. La tesis y la antítesis se funden y se transparentan. No es posible encontrar un episodio de la vida de Jesús que sea sólo cruz o sólo gloria. Todos sus pasos llevan el sello de esa ambivalencia que llegará al extremo en el instante final de su vida, de supremo anonadamiento y exaltación.” 

La transfiguración es una muestra perfecta de la pedagogía de Dios para que cada uno de nosotros podamos entender, la divinidad de Cristo. 

Parece ilógico hablar de este tema en medio de personas creyentes. Se supone que nuestra fe proclama que Cristo es Dios y es hombre. 

Es Dios porque es la Palabra del Padre encarnada y es hombre porque se identificó en todo con el hombre, entró en el mundo de los humanos y le enseñó a hombres y mujeres a entender la vida plena desde la divinidad pero encarnada en la humanidad.

Se identificó en todo, menos en el pecado. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado” (Vaticano II. Gaudium et Spes, 22). (cf. Hebreos 4,15).  

Al salvador del mundo, le interesaba mucho que sus seguidores supieran que era necesario que él padeciera antes de entrar en su gloria, conforme lo habían anunciado los profetas: Si ese era el presupuesto divino, por qué razón los discípulos no lo entendían. 

“Qué torpes son y qué tardos para creer lo que dijeron los profetas” (Lucas 24,25). El misterio de la pasión de Cristo, se puede entender desde su Transfiguración. El Papa Francisco aclaraba que: “Si antes de la Pasión no se nos hubiera mostrado la transfiguración con la declaración por parte de Dios, ‘Este es mi hijo amado’, la Resurrección y el misterio pascual de Jesús no habría sido fácilmente comprensible en toda su profundidad.”  

Transformarse es darse totalmente; transfigurarse es poder mostrar la parte tierna y delicada que imprimió Dios en cada uno de nosotros, aquel que nos creó.  El Hijo de Dios transformó el corazón de Pedro, Santiago y Juan. Un creyente con buena experiencia y una profunda fe en la oración es capaz de cambiar cualquier realidad.  

Cuida tu salud: Jesucristo y su Palabra, deberían ser el criterio de nuestra vida. 

JAIRO YATE RAMÍREZ

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