La desaparición del espacio público

El Parque de Agua, a su vez, se ha convertido en sitio de reunión de viciosos, el Parque de la Música ha sido saqueado para vergüenza de la administración y muy pronto la Plazoleta Darío Echandía se convertirá en una cafetería.

Los antiguos habitantes de Ibagué fueron generosos con el espacio público. 
Por cierto, la capital del Tolima con una enorme cantidad de tierras ejidales que fue dilapidada y saqueada en tiempos de la hegemonía que tantas inequidades y estropiciospropició. Pues bien, esa generosidad se tradujo en los numerosos parques con los que se dotó a la ciudad cuando era una pequeña y ordenada villa. 

Basta recitar los nombres de estas zonas de solaz colectivo y recordar- con buenas dosis de tristezala dotación y ornato que una vez las caracterizó: el Parque de Belén, el Parque Centenario, el Parque de El Libertador, la Plaza de Bolívar y el parque Galarza.

A los anteriores es preciso añadir los terrenos que la comunidad Salesiana reservó para el Colegio San Jorge y su bosque circundante y las obras levantadas con ocasión de los IX Juegos Atléticos Nacionales- hace ya más de 40 años en lo que se conoce como el Parque Deportivo. 

El resto - y de unos años para acá- ha sido manejado con mezquindad tanto por los urbanizadores privados como por las administraciones municipales.

Hay, por cierto, varias situaciones que conturban y las cuales las autoridades han contribuido a agravar por acción o por omisión. 

El ejemplo más penoso ha sido la ilegal usurpación del Parque Centenario que ha reducido a una minúscula porción lo que fueran amplios, verdes y fl orecidos espacios. 
Avivatos de todos los pelambres se han apropiado de manzanas completas y han corrido las cercas hasta cercenar uno de los más amables escenarios ibaguereños. Igual desasosiego se padece al ver los efectos que la falta de autoridad o los errados designios de los administradores produjeron en toda la zona que bordea la quebrada La Pioja desde la calle 10 hasta la 25, mucha de la cual era constituida por baldíos y otra gran porción cedida por la urbanización Interlaken al municipio, para hacer allí un parque longitudinal que continuara el Centenario. 

Todavía hay quienes recuerdan más de tres cuadras con materas, fl ores y monumentos embellecedores. 

Todo feriado por la pobre ambición política de un alcalde. 

Destino parecido ha tenido el Parque Galarza en el que hubo un pequeño zoológico y en su centro, rodeada de hermosa vegetación funcionaba una refrescante pila. Más recientemente los terrenos correspondientes a las vías y al separador de la calle 19 en la zona de Calambeo han sido invadidos por canchas de tejo y bebederos de malamuerte con la complacencia de las autoridades. 

El Parque de Agua, a su vez, se ha convertido en sitio de reunión de viciosos, el Parque de la Música ha sido saqueado para vergüenza de la administración y muy pronto la Plazoleta Darío Echandía se convertirá en una cafetería. 

El Nuevo Día

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