Otro panorama

Las buenas vibraciones también han servido para el control al tráfico de explosivos, pues Ecuador era fuente primordial de estos elementos para los grupos armados ilegales colombianos. De aquí para allá también ha habido muestras de buena voluntad.

El pasado lunes se reunieron en Ipiales los presidentes de Ecuador, Rafael Correa, y Colombia, Juan Manuel Santos, para realizar la segunda sesión del Gabinete Binacional e inaugurar la ampliación del Puente de Rumichaca, que une a los dos países en la llamada Vía Panamericana.

Lejanos están los días del año 2008, cuando tras el ataque al campamento de Raúl Reyes el Gobierno ecuatoriano rompió relaciones con el colombiano y, el entonces ministro de Defensa, Santos, fue perseguido por un juez de Sucumbíos.

Tras la reanudación de relaciones en 2010 todo ha sido amistad y colaboración. La primera reunión del Gabinete binacional se hizo en diciembre de 2012 en Tulcán y se han sucedido los gestos de buena voluntad entre los dos gobiernos en asuntos judiciales, económicos, de infraestructura y culturales.

Pese a que Ecuador no figura entre los países garantes de las conversaciones en La Habana el apoyo ha sido inmenso y permanente; el mismo Correa lo considera el asunto más importante y, de concluirse en la paz, la noticia más destacada del siglo. De hecho Correa califica a los opositores a los diálogos como “psicópatas”.

Resultaría muy beneficioso para Colombia que Ecuador compartiera la legislación y las fórmulas utilizadas para el extraordinario desarrollo de la infraestructura vial que se ha vivido en el vecino país durante el gobierno de Correa. Con envidia se debe mirar la eficiencia y la rapidez con las que construyen las autopistas ecuatorianas (muchas de ellas con tres carriles por lado) que cruzan el país.

Algo ha servido, puesto que el puente inaugurado se construyó en un año, algo inusual para la lentitud de las obras públicas en nuestro país.

Las buenas vibraciones también han servido para el control al tráfico de explosivos pues el Ecuador era la fuente primordial de estos elementos para los grupos armados ilegales colombianos. De aquí para allá también ha habido muestras de buena voluntad y, sin mucha reticencia de parte de Colombia, se aprobó el pago de 15 millones de dólares como compensación por los perjuicios causados por las fumigaciones con glifosato en la frontera.

Claro y beneficioso ha resultado el cambio, pues de un enemigo rencoroso al sur ahora se tiene un amigo colaborador que, de paso, tiene un 80 por ciento de aceptación popular entre sus connacionales.

Correa ha manifestado su intención de establecer (como sucede con el Perú) otros puntos de comunicación entre las dos naciones y, si las cosas siguen así, muy pronto se levantarán otros puentes a lo largo de la extensa frontera.

REDACCIÓN EDITORIAL

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