Parar la sangría

Por supuesto que las Farc no harán ningún acto de contrición por la salvajada como tampoco han hecho muchas acciones de arrepentimiento por el secuestro, la extorsión, el reclutamiento de menores, el narcotráfico, los daños a la infraestructura o el desplazamiento forzado al que han sometido a grandes sectores del país en medio siglo.

Inzá es un pequeño municipio situado al oriente del Cauca en límites con el Huila que hace parte, con Belalcázar, de la zona de Tierradentro un bastión indígena lleno de vestigios precolombinos.

Como en la mayor parte de los pequeños municipios colombianos en Inzá (que tiene 30 mil habitantes) se celebra el mercado los días sábado. A la población acuden los habitantes rurales a ofrecer sus productos y a pertrecharse de las vituallas necesarias para su diario vivir.

Como en la mayor parte de los municipios colombianos la estación (o el cuartel) de Policía está situado en el centro de la población.

Como la guerra continúa y las conversaciones en La Habana se realizan con la premisa de suspender las acciones bélicas hasta cuando no se llegue al acuerdo de paz, una acción bestial como la del sábado queda justificada como lógica dentro de la guerra (¿habrá alguna lógica en la guerra?).

En el atentado dinamitero hubo ocho muertos (seis uniformados y dos civiles), más de 40 heridos entre soldados, policías y habitantes del municipio y daños incalculables a los bienes e infraestructura del municipio y sus habitantes. Nada distinto podría esperarse de un ataque con explosivos en una mañana de sábado.

Por supuesto que las Farc no harán ningún acto de contrición por la salvajada como tampoco han hecho muchas acciones de arrepentimiento por el secuestro, la extorsión, el reclutamiento de menores, el narcotráfico, los daños a la infraestructura o el desplazamiento forzado al que han sometido a grandes sectores del país en medio siglo.

Razones de más para que se aceleren los diálogos con los grupos armados ilegales para ver si algún día termina ese vía crucis y el país puede iniciar el largo, complejo y duro proceso de reconciliación para que los colombianos puedan, por fin, vivir en paz en una tierra que debe ser para todos sin excepción.

Peter Tosh decía (antes de ser asesinado): “Yo no quiero paz, yo necesito igualdad de derechos y justicia”. La gran mayoría de los colombianos consideran esencial la paz.

EL NUEVO DÍA

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