Los niños

Es preciso referirse a más acuciosas urgencias derivadas de la implacable sequía que se padece en más de 21 departamentos de la geografía colombiana, donde ya no son los cultivos o los animales los que perecen debido a la falta de agua, sino los seres humanos y, particularmente, los niños quienes desfallecen ante la insoportable canícula.

Es de elemental justicia y humanidad que se proteja a los más vulnerables e indefensos de la sociedad. Sin embargo, y como puede constatarse por las informaciones que se reciben a diario de distintos lugares del globo los conflictos, la insania de los protagonistas y hasta los embates de una naturaleza afectada por la mano del hombre se ensaña sobre los más desprotegidos: los ancianos y los niños.

Son más de la cuarta parte de los muertos en la sangría de Gaza, y buena parte de los pasajeros del avión malasio derribado por los rusos en Ucrania; como son niñas de escuela las secuestradas por los fanáticos de Boko Haram en Nigeria y, niños también, los que mueren por los enfrentamientos en Siria o los atentados con explosivos en Irak.

Par no hablar de los niños que mueren con las bombas que plantan o arrojan los grupos guerrilleros aquí en Colombia o los que padecen de sed por cuenta de la contaminación de las fuentes hídricas causada por los atentados dinamiteros o el asalto a los camiones y ductos transportadores de petróleo y a los millones que se han visto desplazados de sus hogares por la acción de los violentos en el conflicto armado colombiano y que, con certeza, engrosan la inaceptable estadística que indica que más de 2. 2 millardos de seres humanos se debaten por debajo de la línea de la pobreza en un mundo en donde cada día se advierte el más obsceno derroche y el más repudiable desperdicio.

Mas en esta ocasión es preciso referirse a más acuciosas urgencias derivadas de la implacable sequía que se padece en más de 21 departamentos de la geografía colombiana, donde ya no son los cultivos o los animales los que perecen debido a la falta de agua, sino los seres humanos y, particularmente, los niños quienes desfallecen ante la insoportable canícula.

Ya se presentan casos extremos (sin que el fenómeno aparezca en plena intensidad), el Defensor del Pueblo hace un llamado de urgencia sobre lo que acontece en La Guajira, donde en los últimos dos años han fallecido decenas de niños por razones derivadas de la falta de agua y miles se debaten en Uribia, Manaure y Riohacha por desnutrición causada por la misma razón.

Si bien son más de un centenar los municipios en alerta y el alto gobierno ha destinado importantes recursos para construir pozos y apoyo a las comunidades vulneradas, debe establecerse una inmediata prioridad por los niños de La Guajira, que han comenzado a morir por decenas y padecer por miles.

Por cierto, no deben esperar mucho para actuar los organismos de apoyo respecto de varias comunidades que en territorio tolimense ya sufren el rigor del clima antes de que se replique la tragedia de La Guajira.

REDACCIÓN EDITORIAL

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