Avanza el proceso

Olvidan los críticos que la paz es un anhelo colectivo, cuyas consecuencias han de afectar a todos sin distingos, que la tragedia ha tenido víctimas y victimarios de todas las condiciones y la más diversa índole y que lo sucedido debe quedar registrado en toda su dolorosa verdad para que no vuelva a repetirse.

En medio de las balas, las explosiones y la sangre continúan avanzando las conversaciones de La Habana, con elementos nuevos que permiten abrigar esperanzas sobre la positiva culminación de los diálogos.

Primero fue la presencia de las víctimas en la mesa, circunstancia novedosa en procesos similares que muestran la crudeza de lo ocurrido, las diversas facetas y orígenes de la tragedia, los múltiples protagonistas involucrados y reafirma el deseo colectivo de que tan oprobiosos hechos no vuelvan a ocurrir.

Como prueba del compromiso gubernamental y señal de que se trata de una empresa de todos viajó a La Habana una comisión de militares expertos encabezados por el jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Militares y con representantes de todas las armas, quienes han de asesorar a los delegados del Gobierno en la subcomisión creada para determinar el cese al fuego y la dejación y entrega de las armas por parte de la guerrilla.

Por último, se instaló la Comisión Histórica del Conflicto encargada de plasmar en un documento los orígenes, la evolución y las posibles soluciones esbozadas. Allí están presentes estudiosos y analistas de las más altas calidades, de probada independencia y provenientes de los más diversos sectores del espectro ideológico.

Por supuesto, que los opositores a toda iniciativa gubernamental y, sobre todo, antagonistas de lo que pueda resultar beneficioso para alcanzar la paz han salido a criticar las tres novedades, con las más dispares objeciones.

Olvidan los críticos que la paz es un anhelo colectivo, cuyas consecuencias han de afectar a todos sin distingos, que la tragedia ha tenido víctimas y victimarios de todas las condiciones y la más diversa índole y que lo sucedido debe quedar registrado en toda su dolorosa verdad para que no vuelva a repetirse.

Extraña el ciudadano que las radicales voces no se hubieran escuchado cuando los voceros de los paramilitares entraban en medio de aplausos al Congreso, que no hubieran manifestado su oposición cuando el gobierno de entonces liberó con total impunidad y sin justificación aparente a Rodrigo Granda, el canciller de las Farc y a cientos de combatientes, o cuando se realizaban montajes circenses para la supuesta desmovilización de falsos contingentes paramilitares y guerrilleros en vergonzosa pantomimas con la participación de altos mandos militares.

Seguramente lo que no gusta es que el proceso actual sea serio, coherente y avance con cada vez más participación de la sociedad toda, incluidos los militares que son los que ponen la sangre y la vida.

REDACCIÓN EDITORIAL

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