Falta de identidad y orgullo

¡Tanta riqueza desperdiciada! Honda, Mariquita, el Panóptico, Purificación, la casa de Jorge Isaacs, Ibagué, Real de Minas El Sapo, Ambalema... Son testimonios degradados del abandono, el empleo errado de los recursos en manos de ignorantes, cuando no de saqueadores que quedan en la impunidad.

Con tristeza debe aceptarse que el abundante y variado patrimonio histórico del Tolima ha ido desapareciendo por cuenta de la desidia de la ciudadanía y las autoridades, pero, particularmente, por la falta de compromiso y de sentido de pertenencia con su pasado y su entorno. Tan lamentable circunstancia hace que lo que debería ser motivo de orgullo sea sometido a la agresión permanente o se suprima sin siquiera recibir una expresión de nostalgia ni un pronunciamiento de aquellos a los que debería dolerles lo ocurrido.

En contraste, existen regiones que han construido todo un sistema económico alrededor de la preservación y restauración de su herencia arquitectónica, del cual derivan su sustento miles de personas, se crean múltiples actividades complementarias y se convierte en elemento de valorización permanente de sus desarrollos urbanos.

Cartagena, Popayán, Tunja, Villa de Leyva, Pamplona y Mompox son claros ejemplos del valor y el orgullo ciudadano que se puede construir alrededor de lo heredado y del cuidado con el patrimonio histórico.

El asunto se torna aún más desapacible con lo que pudo haber sido y no fue y, más serio aún, con lo que cada día se pierde o se pone en peligro por la falta de curia, de decisión y amor por lo propio, que se ve supeditado al prosaico lucro o cae víctima de la más desenfadada corrupción.

¡Tanta riqueza desperdiciada! Honda, Mariquita, el Panóptico, Purificación, la casa de Jorge Isaacs, Ibagué, Real de Minas El Sapo, Ambalema... Son testimonios degradados del abandono, el empleo errado de los recursos en manos de ignorantes, cuando no de saqueadores que quedan en la impunidad.

Mientras tanto, en Cartagena se multiplican los negocios y oportunidades, crece sin parar el valor de las propiedades y se estructura todo un sistema económico alrededor de la preservación, la restauración y el respeto por lo que es motivo de orgullo para sus ciudadanos y se convierte en prioridad ara las administraciones que designan para su cuidado a personal idóneo, y con claras nociones de estética.

No obstante por estos lados todo se entrega a los más avivatos que malversan los recursos y, si acaso, imprimen unos mentirosos e inútiles folletos que invitan a llorar sobre las ruinas.

REDACCIÓN EDITORIAL

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