Editorial: Para aprender de otras regiones

Hay que reseñar, a más de la amistad de Pablo Emilio con Santofimio, los nexos de uno de sus gatilleros con un político en actividad, las inversiones del Guillo Ángel en Fibratolima, y la expansión en la región desde fines del siglo pasado de los negocios de El Alacrán, Don Diego y Jabón.

El asesinato del candidato a la Alcaldía del municipio vallecaucano de Cartago Ignacio Londoño, pocas horas antes de inscribirse en la Registraduría, ha alborotado suspicacias, ha multiplicado numerosas teorías de conspiraciones y pretende convertir en un asunto nacional lo que a todas luces es una disputa local por el poder, la burocracia, los contratos y los presupuestos de esta conflictiva población del norte de Valle del Cauca.

Para encontrar más elementos de análisis es preciso remontarse en la historia, los personajes originarios del municipio y hasta las actividades y la misma familia del abogado asesinado.

Primero la región. Aunque muchos no lo recuerdan o el tiempo les ha afectado las vivencias hay que decir que el Norte de ese departamento fue uno de los epicentros de la más cruel violencia en los años cincuenta del siglo pasado. Basta con decir que de esa región provinieron los tenebrosos “pájaros” y su jefe operativo ‘El Cóndor’.

Bien puede decirse que esa semilla de violencia y barbarie no ha desaparecido, sino germinado en diversas ocasiones y con personajes igual de siniestros que utilizan refinadas fórmulas de terror. Con decir que Cartago es a los carteles de Cali y el Norte del Valle lo que Envigado al cartel de Medellín.

Hay algunas diferencias que los hacen similares: mientras los de Medellín pretendieron tener protagonismo político directo (recuerden a Pablo Escobar Gaviria en las filas del santofimismo), los del Norte de Valle del Cauca actuaban tras bambalinas financiando y apoyando políticos azules.

En sevicia y salvajismo marchaban (¿marchan?) cabeza a cabeza por un lado la familia Gaviria con Pablo, Gustavo de Jesús y dos hermanitos de José Obdulio, los primos Ochoa, Don Berna, Popeye, Sebastián y otras aves y, en Cartago, Rasguño, el Alacrán, Don Diego, Jabón, el del Overol, el Diablo y otras docenas de epónimos capitanes de industria.

A propósito y para poner el polo a tierra necesario hay que reseñar, a más de la amistad de Pablo Emilio con Santofimio, los nexos de uno de sus gatilleros con un político en actividad, las inversiones del Guillo Ángel en Fibratolima, y la expansión en la región desde fines del siglo pasado de los negocios de El Alacrán, Don Diego y Jabón que confluyen en la aparición y auge de El Socio.

Pero bueno, se estaba hablando del asesinato de José Ignacio Londoño Zabala ‘Nacho’, el lunes pasado en las calles de Cartago y de las especulaciones y lucubraciones que ese asesinato ha provocado en el escenario nacional, por lo que habrá que continuar el tema (aunque parezca poco usual) en próxima ocasión, ahora que se definen los candidatos para octubre y que los hechos de Cartago tocan a la región de refilón o sirven de ejemplo de escenarios no muy apetecibles.

REDACCIÓN EDITORIAL

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