Editorial: De atar

En tanto hay que actuar con reciprocidad con el pueblo venezolano que por años ha brindado cobijo y trabajo a millones de nuestros compatriotas que allí acudieron en épocas de necesidad y recibir con generosidad y solidaridad a los miles que tratan de escapar de tan atrabiliarios sujetos que no están dispuestos a respetar el fallo de las urnas.

Cuando todos pensaban que el cierre de fronteras en cinco municipios venezolanos colindantes con Colombia era otra balandronada del presidente venezolano angustiado por la inminente derrota de su partido en diciembre, resultó no solo que es en serio y la amplió por dos meses más, que ha dado lugar a otros de sus esquizoides pronunciamientos y, ahora, secundado por el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, quien anuncia una guerra prolongada.

La prueba de que Maduro ha entrado en una etapa irremediable de insania ha sido su último pronunciamiento acerca de que las oligarquías venezolanas y colombianas, en medio de una guerra económica, les ha dado por acaparar bolívares fuertes y los adquieren a tres veces su valor en el comercio, cuando se sabe que gracias a las gestiones de Maduro y su antecesor, el otrora, ese sí, fuerte bolívar solo ha quedado sirviendo como sustituto del papel higiénico, que ya no se consigue, como no se consigue papel para imprimir los billetes y Venezuela está a tres o cuatro meses de cesar en el pago de sus obligaciones.

Pero como se decía al comienzo, con ese par de energúmenos no se sabe y han enviado dos mil soldados a la frontera en donde han comenzado las razias contra los colombianos (especialmente los pobres y, particularmente, si son niños, mujeres y enfermos). Lista en mano recorren las barriadas en procura de indocumentados (el sábado deportaron a 185 nacionales) que vivían pacíficamente en la zona de frontera y se anuncia que han sido detenidos ocho paramilitares de los que, como es usual, nadie conocerá.

En la medida en que se acerque la fecha de elecciones la desesperación los hará incurrir en más desatinos, al punto de que a la OEA no se le debe solicitar que envíe comisiones para verificar la pureza de las elecciones, sino un par de psiquiatras para que atienda al famoso dúo, pues parece que en la tierra de Bolívar ya no queda esa clase de especialista, pues hasta los cubanos de las misiones han huido ante el descalabro.

El Gobierno colombiano, en tanto, debe comprender que con orates no es posible dialogar y debe exigir respeto hacia nuestros nacionales y el territorio, para que las incursiones de los patanes uniformados venezolanos no se vuelvan a presentar.

Por cierto, los productores colombianos deben seguir las instrucciones del presidente de Analdex, el tolimense Javier Díaz, y bajo ninguna circunstancia vender a clientes venezolanos so pena de perder la mercancía o recibir en pago papel moneda venezolano que ya se sabe para qué sirve.

En tanto hay que actuar con reciprocidad con el pueblo venezolano, que por años ha brindado cobijo y trabajo a millones de nuestros compatriotas que allí acudieron en épocas de necesidad y recibir con generosidad y solidaridad a los miles que tratan de escapar de tan atrabiliarios sujetos que, como se ve, no están dispuestos a respetar el fallo de las urnas.

REDACCIÓN EDITORIAL

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