Editorial: La crisis en educación

De un tiempo para acá también el ausentismo, la deserción y el creciente número de estudiantes reprobados señalan que la mentada cobertura está haciendo agua. Lo más lamentable del caso es que esta situación parece no importar a las autoridades y, más grave aún, a la sociedad toda.

Por años el énfasis de los gobiernos nacionales con respecto a la educación básica estuvo marcado por la cobertura y ese índice se exhibía como prueba de la eficacia y eficiencia de los programas. El asunto de la calidad quedaba mimetizado hasta cuando los comparativos del desempeño de los alumnos colombianos respecto del de los otros países arrojó cifras que daban cuenta de la crisis del sector, particularmente en la educación pública.

De un tiempo para acá también el ausentismo, la deserción y el creciente número de estudiantes reprobados señalan que la mentada cobertura está haciendo agua. Lo más lamentable del caso es que esta situación parece no importar a las autoridades y, más grave aún, a la sociedad toda.

En la edición dominical de EL NUEVO DÍA, el columnista Luis Eduardo Chamorro presentó un descarnado análisis sobre la cobertura educativa en el Tolima y su capital y reseñó el pronunciado descenso que se observa en no menos de 15 municipios en donde la matrícula disminuyó, sin que sea consecuencia de una disminución de la población o que se hayan establecido exigencias escolares de imposible cumplimiento.

En 2015 el ausentismo llegó a más de 45mil alumnos en edad escolar, de los que más de 16 mil son habitantes de Ibagué. A lo que debe sumarse que en la Universidad del Tolima se redujo la matrícula entre 2011 y 2015 de 47 mil alumnos a 22 mil estudiantes, por diversos factores y razones que han sido motivo de cuestionamiento en los últimos días.

Las estadísticas han reposado sin efecto alguno en manos de las administraciones departamental y locales. Si acaso y como ocurrió con los resultados de los informes del programa Ibagué Cómo Vamos, que la única reacción que produjo en la Alcaldía de Ibagué fue rabia y rechazo de la torpe administración que terminó el pasado 31 de diciembre.

Tan grave situación no puede continuar ante la mirada impasible de las autoridades y la sociedad, pues el futuro descansa en una población educada que tenga las destrezas y capacidades para enfrentar la dureza de los días que se avecinan y no habrá opciones si la calidad de la educación mengua y la cobertura disminuye, ya que con ciudadanos de tercera categoría y analfabetas funcionales no puede pretenderse tener una región de primera y competitiva.

A lo anterior se encima que el Gobierno nacional ha anunciado severos recortes en los presupuestos para alimentación de los alumnos, que tal vez se emplearán en el programa de jornada única. De esta manera los padres no encontrarán razón para enviar a sus hijos a las aulas si la educación es deficiente e inútil para la vida y de contera se les limita el atractivo del complemento alimenticio.

Con cifras en la mano las nuevas administraciones han de poner al tope de sus prioridades y presupuestos la solución de la enorme crisis educativa que se vive.

REDACCIÓN EDITORIAL

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