Editorial: El cuidado de la casa

Como en esta ocasión no serán depredados los adornos y la vegetación de la carera Quinta en los desfiles del folclor, puede vaticinarse que, en su conjunto, la ciudad recupera una cara limpia, ordenada y bonita, que ha de contribuir en el sentimiento colectivo y le ayudará a salir del marasmo.

Hay momentos en los que el colectivo entra en un proceso depresivo por cuenta de la acumulación de noticias y situaciones negativas originadas en su entorno. Algo por ese estilo sucede con la comunidad ibaguereña que en los últimos años recibió una sobredosis de pesimismo, producto, en gran medida, de la desastrosa gestión ocurrida en el cuatrienio terminado el pasado diciembre.

No vale la pena abundar en lo que todos (excepto cuatro o cinco paniaguados a tarifa) conocen y que traspasó fronteras hasta convertirse en un símbolo nacional del desorden y la malversación.

Sin embargo y simultáneamente se sumaron a la gris perspectiva otros signos del abandono y el desaliño que poco a poco afectaron el subconsciente colectivo y contribuyeron a la sensación de desesperanza: el mugre, el desaliño, el abandono y la falta de acción.

Que quede claro que allí no se incluye la adjudicación de la contratación pública a los menos idóneos y más desprolijos, eso está incluido en la política corporativa del desgreño que ha merecido capítulos especiales.

En esta ocasión debe señalarse al estado en el que fue sumiendo el amoblamiento público, las zonas verdes, los parques, los separadores, y las vías peatonales (ya se sabe que sobre los huecos en calles y avenidas se han producido informes muy precisos).

Un repaso a los sitios emblemáticos y elementos de ornato permiten captar una imagen clara del asunto. El recorrido que se iniciaba en la propia Plaza de Bolívar con sus fuentes y prados en abandono, el parque Centenario convertido en un hediondo mingitorio con una Concha Acústica desvencijada y saqueada, la carrera Tercera colmada de basura, el parque López de Galarza en trance de convertirse en émulo del Bronx y las glorietas de la Avenida Ambalá y la carrera Quinta en un estado de deterioro en donde la maleza se había enseñoreado y las fuentes y adornos eléctricos habían sido saqueados.

Un semestre después y en cumplimiento de una tarea iniciada a las primeras de cambio en el Parque López de Galarza, encuentra a la ciudad con varios frentes de trabajo empeñados en recuperar la cara de la ciudad: las glorietas y el monumento al ferrocarril se aprecian desyerbadas y su iluminación y decorado recuperado; el Parque Centenario ya cuenta con una corriente de agua limpia, vigilancia, presencia de jardineros y reparación de la Concha Acústica, a lo que se suma una buena mano de pintura y un aseo total. De la carrera Tercera han sacado toneladas de basura y los ornamentos, plantas, lámparas y rejillas están siendo reemplazadas o reparadas.

El impulso ha llegado hasta la abandonada Plaza de Bolívar en la que se ha reemplazado la grama, las fuentes funcionan y se han añadido adornos paisajísticos (que a algunos no convencen, pero bueno, son mejor que el mugre).

Como en esta ocasión no serán depredados los adornos y la vegetación de la carera Quinta en los desfiles del folclor, puede vaticinarse que, en su conjunto, la ciudad recupera una cara limpia, ordenada y bonita, que ha de contribuir en el sentimiento colectivo y le ayudará a salir del marasmo.

REDACCIÓN EDITORIAL

Comentarios