Editorial: Calles peligrosas

En las páginas de los periódicos ha quedado registrada la continuada actividad de las bandas que anteriormente se observaba en zonas de la periferia, pero ahora, como lo pudo apreciar escandalizada la ciudadanía, ha trasladado a la zona del centro de la capital del Tolima sus campos de batalla, enfrente de la Alcaldía, la curia Arzobispal y una Universidad, con saldo de muertos y heridos.

Desde mediados del año pasado, con reportes de diversos organismos sociales y la participación de entes oficiales, se ha llamado repetidamente la atención de las autoridades sobre la presencia, cada vez más acentuada, de organizaciones delictivas, ajenas a la región, que se han aposentado una en Honda y, la otra, en Flandes, para montar lo que puede llamarse una colmena criminal. De la misma manera que esas dos u otras de similar laya se encuentran disputando el territorio en las mismas calles de la capital del Tolima.

Una tiene sus orígenes y directivas en la denominada Oficina de Envigado y, la otra, con organizaciones criminales del norte del Valle. Las dos tienen un común modus operandi, que ya se ha convertido en otra de las actividades con la que los grupos de narcotraficantes operan en el extranjero, por lo que se han detectado similares conductas en Ecuador, Perú, Chile, Argentina, Panamá o la república Mexicana, en donde ya es común oír de asesinatos realizados por sicarios colombianos.

El meollo del negocio tiene que ver con lo que originalmente se llamaba el gota a gota, una modalidad extrema de la usura. Actividad que era practicada por agiotistas locales; la innovación tiene que ver con la sustitución (por la razón o la violencia) de los prestamistas locales por operarios de las bandas que bajo la mampara crediticia distribuyen la droga a pequeños proveedores o jíbaros, con lo que aumentan de manera exponencial sus utilidades y, a la vez, a sangre y fuego expanden su territorio.

En las páginas de los periódicos ha quedado registrada la continuada actividad de las bandas que anteriormente se observaba en zonas de la periferia, pero ahora, como lo pudo apreciar escandalizada la ciudadanía, ha trasladado a la zona del centro de la capital del Tolima sus campos de batalla, enfrente de la Alcaldía, la curia Arzobispal y una Universidad, con saldo de muertos y heridos.

Como se ha repetido a lo largo de los últimos meses los gatilleros vienen de Antioquia o la zona del Viejo Caldas y los hechos de sangre resultan de cuentas de cobro o delimitación de territorios.

Se hace perentorio que entre los acuerdos de las autoridades regionales y municipales se desarrolle una acción mancomunada contra tan perniciosas presencias, antes de que se llegue a los extremos de Medellín, Cali o Pereira.

REDACCIÓN EDITORIAL

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