Editorial: Ojos puestos en el agua

Debe añadirse que por falta de estricta legislación y por cuenta de la mencionada corrupción, gran parte de las aguas usadas por la industria, la agricultura y las familias se arroja, sin ninguna clase de tratamiento a ríos y mares con gran afectación del escaso recurso.

De todos es conocido que países como Colombia y Perú se clasifican entre los que poseen mayor abundancia de agua, en un mundo en el que ya se presentan enfrentamientos y hasta guerras por el acceso al líquido.

La mala noticia, en este caso, consiste en que esta situación puede dejar de ser permanente, ante el abuso a que son sometidas las fuentes de agua y los problemas derivados del calentamiento global en glaciares y nevados.

De otro lado, y pese a la nominal abundancia no existe plena y suficiente disponibilidad para la totalidad de la población, bien porque los acueductos deben competir con los requerimientos de agricultores e industriales o bien porque los recursos que deberían destinarse a este, el más elemental de los servicios, se refunden en manos aviesas y rampante corrupción.

A lo anterior debe añadirse que por falta de estricta legislación y por cuenta de la mencionada corrupción, gran parte de las aguas usadas por la industria, la agricultura y las familias se arroja, sin alguna clase de tratamiento, a ríos y mares con gran afectación del escaso recurso.

Como se ha anunciado, y así lo han hecho ver, las administraciones departamental y municipal están en un plan de cooperación, bien podría situarse a la cabeza de las prioridades el cubrimiento total de las necesidades de agua potable para la población ibaguereña y, simultáneamente, un programa de tratamiento de aguas servidas que resultaría beneficioso para las poblaciones ubicadas aguas abajo en las corrientes afectadas. El hecho de que por años estos dos propósitos se han visto frustrados por la negligencia y la corrupción debe servir de acicate para quienes tienen la intención de marcar diferencias con un pasado reprobable y labrar un futuro más digno y saludable a las generaciones venideras.

Por cierto y bajo ninguna circunstancia se puede olvidar que la disponibilidad implica un cuidadoso manejo de las cuencas, una veda permanente de la ganadería y la agricultura en las tierras altas y un minucioso trabajo de reforestación en las tierras afectadas. No hay más beneficiosa utilización de esfuerzos y recursos.

REDACCIÓN EDITORIAL

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