Editorial: De postguerra

Solo habrán logrado que las prostitutas en Pereira vengan de Maracaibo y Barquisimeto, que las estampidas de ciudadanos venezolanos en Cúcuta, en busca de harina Pan, aceite y papel higiénico, se vuelvan rutinarias y que quede el país con un aparato militar para el cual carece de los recursos para su mantenimiento.

Aunque hay quienes todavía sostienen que aquí no ha habido conflicto bien vale la pena recabar sobre lo ocurrido en otras coordenadas cuando enmudecen los fusiles. Por supuesto que las dimensiones difieren y los recursos empleados, mucho más, pero aparte de esas diferencias deben observarse los parecidos.

El más referido es el de los Estados Unidos que se encontraba reconstruyendo su infraestructura productiva mediante las reformas de Keynes aplicadas por Roosevelt tras la prolongada Depresión. Vino la Segunda Guerra y, en un principio, la nación del norte no entró en el conflicto, pero ocupó la capacidad instalada en abastecer a sus aliados que se encontraban en guerra contra el Eje. Después de Pearl Harbor, Estados Unidos entró en el conflicto pero en su territorio continental no tuvo ninguna afectación, de tal manera que al finalizar la guerra se encontró con todo su aparato productivo listo, intacto y modernizado y, al mismo tiempo, con un panorama abierto para producir todo aquello con lo cual reconstruir un mundo en ruinas.

¿Qué puede pasar si se acuerda la paz con las Farc y, de contera, se logra algo similar con el Eln? Pues queda disponible todo un aparato productivo que empleará los recursos en la reconstrucción de lo afectado por el conflicto. No hay que olvidar que se está llevando a cabo un programa masivo de inversión en infraestructura que, por efectos del multiplicador, tendrá un gran efecto en la producción de bienes y servicios.

Sin embargo, algo se olvida y es que Venezuela quedará colapsada tras la fracasada aventura del Socialismo del Siglo XXI. Solo habrán logrado que las prostitutas en Pereira vengan de Maracaibo y Barquisimeto, que las estampidas de ciudadanos venezolanos en Cúcuta, en busca de harina Pan, aceite y papel higiénico, se vuelvan rutinarias y que quede el país con un aparato militar para el cual carece de los recursos para su mantenimiento.

El aparato productivo, por cierto, estará hecho pedazos, por lo que Colombia y su gente será la que entrará a suministrar no solo lo del diario vivir, sino lo requerido para sacar de las cenizas a la industria y el campo de los vecinos, con un efecto incalculable en las opciones y posibilidades de los colombianos, que por entonces estarán en un proceso de consolidación de la paz.

Claro, todavía habrá quienes sigan creyendo que Obama, Ban Ki Moon, Francisco, la Conferencia Episcopal, la UE, la OEA, las Naciones Unidas y otros cientos hacen parte de un complot internacional castrochavista para implantar su doctrina en Colombia y otros tantos que seguirán defendiendo los efectos positivos del Socialismo del Siglo XXI, pero para eso no hay remedio.

REDACCIÓN EDITORIAL

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