Editorial: Los habitantes de la calle

¿Qué hacer si los lugares donde se asientan se vuelven ‘tierra de nadie’ en los que se consumen masivamente estupefacientes, brotan actividades criminales, ‘reinan’ mafias de tráfico de estupefacientes, etc?

No son solo un problema local o nacional. Los hay desde siempre en todas las ciudades del mundo. Son un residuo de la sociedad, de cada modo de producción, modelo económico y momento histórico, de las guerras, de la erupción de familias disfuncionales, de las dificultades económicas. La literatura los ha retratado, como lo hicieron Víctor Hugo y Charles Dickens. Cada época los conoce con un nombre diferente; actualmente se les llama habitantes de la calle o indigentes.

Deambulan, se drogan, hacen asentamientos coloquialmente llamados cambuches. En el mundo actual el qué hacer con ellos, cómo tratarlos, ha sido un desafío que ninguna ciudad ha logrado sortear con éxito, sea ella Washington, Londres, París, Berlín, Melbourne, Bogotá o Ibagué.

Se estima que en Bogotá hay entre 10 mil y 14 mil personas en tal condición. A raíz de las medidas tomadas por el gobierno distrital en el ‘Bronx’, se desplazaron masivamente a la Plaza España, a La Estanzuela, al barrio San Bernardo, al caño de la avenida 6 con carrera 30 y otros lugares de la capital del país; los habitantes de dichos barrios han protestado, piden protección para sus viviendas, familias y entornos. ¿Qué hacer?

Una sentencia de la Corte Constitucional ampara los derechos de los indigentes y señala que no se les puede obligar a abandonar la calle, ni trasladarles forzosamente a un lugar predeterminado, no se les puede obligar a recibir tratamientos para su recuperación, etc.

¿Qué hacer si muchas veces sus acciones, modo de vida y hábitos lesionan los derechos constitucionales fundamentales de respetables comunidades?

¿Qué hacer si los lugares donde se asientan se vuelven ‘tierra de nadie’ en los que se consumen masivamente estupefacientes, brotan actividades criminales, ‘reinan’ mafias de tráfico de estupefacientes, etc?

Los profesionales de las ciencias sociales hablan de hacerles procesos de caracterización sociodemográfica, atención ambulatoria para el manejo de sus adicciones a sustancias psicoactivas, programas de rehabilitación, etc. ¿Será eso suficiente si detrás de cada uno de ellos hay una historia de vida compleja y los servidores públicos destinados a ayudarlos, las asociaciones civiles de asistencia social, las comunidades religiosas que adelantan tales labores no han dado abasto?

Con ellos la labor es lenta, muy dilatada en el tiempo, ardua y, entre tanto, su número crece.

REDACCIÓN EDITORIAL

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