Controlar antes que prohibir

Tales herramientas bien pudieran ser un arma de doble filo, si los adultos y quienes deciden permitir a sus hijos que las posean, no ejercen vigilancia y no ponen límites sobre su uso. Tanto los teléfonos inteligentes como las mismas redes sociales, sin ninguna duda han cambiado la forma de concebir el mundo.

Recientemente la directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Cristina Plazas, en medio de un evento promovido por la fundación Red PaPaz, y que buscaba generar un espacio de discusión sobre el tema del abuso sexual infantil en el país, sugirió que los teléfonos celulares en niños menores de 14 años eran inapropiados, teniendo en cuenta los distintos métodos que utilizan los pedófilos y que están fácilmente al alcance de los menores que cuentan con un smartphone o cualquier otro aparato que tenga acceso a internet. No obstante, y aunque aquello pareciera ser un argumento supremamente válido, dicha propuesta además de abrir el debate sobre el uso de teléfonos celulares en los niños y adolescentes, generó otro tipo de reflexiones como aquella de no desconocer la importancia y en algunos casos la necesidad de que los jóvenes puedan aprovechar esos recursos tecnológicos de la mejor manera posible, y que puedan aportarle a su crecimiento tanto académico como personal.

Estar comunicado a través de un celular, y tener acceso a una llamada, un mensaje de texto, o simplemente un chat familiar, puede resultar vital a la hora de una emergencia, pues una llamada a una ambulancia, a los bomberos, o a la Policía, bien pudieran salvar una vida, si así lo ameritara la situación. Eso sin sumar las ventajas que le trae a un joven que está en proceso formativo, tener acceso a enciclopedias virtuales, foros y todo tipo de información en línea, que le permite ampliar su espectro del mundo y enriquecer sus conocimientos.

Más allá de la propuesta de prohibición que pareciera sugerir la directora del Icbf, habría que exigirle a los padres de familia, tener estricto control sobre el teléfono de sus hijos, y las páginas que visita desde su laptop o tablet. Tales herramientas bien pudieran ser un arma de doble filo, si los adultos y quienes deciden permitir a sus hijos que las posean, no ejercen vigilancia y no ponen límites sobre su uso. Tanto los teléfonos inteligentes como las mismas redes sociales, sin ninguna duda han cambiado la forma de concebir el mundo, de informarse, de aprender y de conocer a las personas, y eso es algo que hoy no se puede desconocer, siempre y cuando como adultos y padres de familia, se tomen todas las precauciones habidas y por haber.

REDACCIÓN EDITORIAL

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