Lo que dejaron las reelecciones

La firma de paz con las Farc, entre otras diferencias ideológicas terminó por distanciarlos, al punto de desatar una inmensa polarización que hoy en día siente el país con toda fuerza.

Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, además de que en un futuro serán recordados como las figuras más representativas de la política colombiana en las últimas décadas, pasarán a la historia como los únicos dos presidentes que pudieron ser reelegidos y ejercer su cargo por más de un periodo consecutivo.

Aquello quedó consignado hace dos años con la prohibición definitiva de la reelección presidencial por parte del Congreso y en donde se estipuló que ninguna persona que haya ejercido este cargo puede volver a ser candidato, sea de manera consecutiva o en cualquier otro momento. Hoy a menos de un año para que Santos deje la Casa de Nariño, vale la pena hacer el análisis y revisar qué tan positivo fueron para el país ambas reelecciones.

Lo primero que habría que debatir fue la forma en que Uribe pudo aspirar a un segundo mandato, y de paso heredarle a su ungido de ese momento la bendición de poder ser reelecto. Una reforma constitucional ideada por sus funcionarios en restaurantes y clubes de la alta sociedad, y amparada en el supuesto éxito de la seguridad democrática basada en los mal llamados “falsos positivos”, llevaron a generar un ambiente en la opinión pública donde Uribe era más que necesario para que Colombia no decayera. Aquello sin contar las dádivas entregadas a los congresistas Yidis Medina y Teodolindo Avendaño para que cambiaran su voto en el proyecto reeleccionista el cual había sido anunciado como negativo.

Lo segundo es que justamente luego de ocho años de gobierno de Uribe, y quien incluso intentó sin éxito buscar un tercer mandato a través de un referendo, el país se quedó sin el líder que estaba dinamizando al país luego del mal gobierno de Pastrana y tuvo que encontrar en Santos, a un nuevo prohombre uribista, capaz de terminar el trabajo y masacrar a punta de fuego a los grupos armados, no obstante no fue así. La firma de paz con las Farc, entre otras diferencias ideológicas terminó por distanciarlos, al punto de desatar una inmensa polarización que hoy en día siente el país con toda fuerza y lo carcome a punta de rencillas y odios.

Hoy además de las desigualdades democráticas que conlleva una elección con candidato presidente, entre esas, las triquiñuelas del poder, el uso de recursos públicos y las maquinarias para hacer campaña, se puede decir que la reelección nunca será positiva, porque termina por generar caudillismos, corromper los poderes públicos y abusar de ellos, como evidentemente ocurrió en ambos procesos. Aun así con toda franqueza se podría decir que la reelección de Uribe le sirvió más a él y a su grupo político para consolidar el inmenso poder que hoy ostenta, incluido poder poner a Santos de presidente, caso contrario a la terminación del proceso de paz con las Farc y su desaparición como grupo armado, suceso presentado en el segundo periodo de Santos, quien pese a ello y con todas las críticas que se le puedan hacer a sus gobiernos, según las encuestas difícilmente podrá poner sucesor de sus afectos, lo cual comprueba aun mucho más lo desgastado que está el país con dicha pelea Uribe-Santos.

REDACCIÓN EDITORIAL

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