Lamentable espectáculo

Esperamos que esta crisis sea pasajera y que pronto volvamos a ver a ese equipo que nos ha brindado tantas satisfacciones y nos ha llenado de orgullo.

El fútbol es un deporte que despierta pasiones. Cuando juega Colombia, gran parte de la población se paraliza para seguir al equipo. En esos días, la camiseta de la selección se convierte en el uniforme nacional. Durante años, hemos vivido de glorias efímeras por cuenta de las victorias esporádicas de equipos de renombre.

En los últimos seis años, la selección nos ha brindado numerosas alegrías y a pesar de las ocasionales derrotas nos ha hecho sentir orgullosos. Este fervor por el fútbol es animado por los medios de comunicación y las empresas patrocinadoras que de manera permanente nos invitan a seguir los partidos, así sean amistosos y en horas de la madrugada.

Como se trata de un espectáculo que despierta pasiones celebramos con euforia sus triunfos y sufrimos en extremo con sus derrotas, de modo que el ánimo nacional se ve perturbado por los resultados de la selección. Es lo que acaba de suceder con las sucesivas derrotas por goleada de la selección en la eliminatoria para el mundial de Qatar. El viernes 13 presenciamos la derrota ante Uruguay por tres goles a cero, pero lo peor ocurrió el pasado martes cuando nuestro glorioso equipo fue humillado por Ecuador que le encajó seis goles. Estos abultados marcadores en contra ya se habían borrado de nuestra memoria, desde cuando el equipo colombiano era la cenicienta del fútbol suramericano.

El sentimiento de desazón colectiva aumentó al conocerse que el grupo está dividido, que se han presentado disputas internas y que han llegado hasta los golpes. La situación es tan lamentable que después de que se conoció lo ocurrido en los camerinos, algunos jugadores hablan de acudir a instancias judiciales, como un intento de acallar lo que sucede al interior de la selección.

Hoy evocamos con nostalgia aquella selección de 2014, muchos de cuyos integrantes aún hacen parte del combinado actual y que nos hicieron sentir orgullosos, no solamente por sus actuaciones en los partidos, sino porque también eran un referente para los jóvenes, porque se les veía ordenados, disciplinados y mesurados en sus comportamientos fuera de las canchas.

Es preciso recordar que a pesar de que el fútbol es un espectáculo, los jugadores son figuras públicas que, quieran o no, se constituyen en un modelo para sus compatriotas, sobre todo para los más jóvenes; así que sus actitudes pendencieras no caen bien y repercuten en el ánimo colectivo. Esperamos que esta crisis sea pasajera y que pronto volvamos a ver a ese equipo que nos ha brindado tantas satisfacciones y nos ha llenado de orgullo.

EL NUEVO DÍA

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