Debe aclararse y con urgencia el crimen de Santiago Ochoa

El país necesita saber quiénes asesinaron a Santiago Ochoa y si en el hecho están involucrados servidores, con más razón debe enterarse al país y debe castigárseles. Pero que tal verdad surja con investigaciones y no con señalamientos de redes.

Ha vuelto Colombia a vivir y recordar la épocas en las que el desenfreno sanguinario de guerrilla, paramilitares y mafia de la droga nos dejaba escenas macabras, en medio de una sociedad desbordada por la violencia, mientras la justicia era acorralada y la impunidad se expandía a todos los poderes. El hallazgo aterrador hace dos días de la cabeza del joven Santiago Ochoa, de solo 19 años, en el corregimiento Aguaclara en Tuluá, Valle del Cauca, dentro de una bolsa plástica, nos devuelve al horror, y la forma asordinada como el país recibió la noticia, nos deja frente a un delito repudiable y una indiferencia aterradora.

Luego de que se dijera que el joven Ochoa pertenecía a la primera línea entre los manifestantes de esta convulsionada zona del país, y se asegurara que el despiadado crimen se habría cometido luego de que fuera aprehendido por miembros del Esmad, se produjo el desmentido de su familia y de la Policía, y se avanza en las hipótesis de si el crimen podría estar relacionado con negocios personales de la joven víctima. En cualquier caso, Colombia no puede ser de nuevo un país en el que un hecho delincuencial de semejante magnitud, como lo es la decapitación de una persona, pase frente a la Nación como un delito más y no concentre su atención en su esclarecimiento la fuerza de la capacidad investigativa de la Policía y la de la indignación de todas las personas.

Es imprescindible que se establezca con absoluta claridad y certeza no solo quiénes son los autores de este hecho, sino también todas las circunstancias que lo rodearon. Tenemos que ser conscientes de que actos inhumanos como este demuestran que tenemos una sociedad enferma, con profundas heridas, impulsada por una emocionalidad convulsiva y desbordada, lo que nos pone a todos frente al espejo como Nación y nos lleva, una vez más, a la necesidad de replantearnos el uso de la violencia como respuesta, incluso como manera de relacionarnos con quienes pueden ser nuestros contradictores en cualquier actividad de la vida.

El país necesita saber quiénes asesinaron de manera tan cruenta a Santiago Ochoa y si en el hecho están involucrados servidores públicos, con más razón debe enterarse al país y debe castigárseles con el rigor debido. Pero que tal verdad surja con investigaciones exhaustivas y no con señalamientos ligeros de redes. No es con violencia, mentiras e impunidad, sino con transparencia, justicia y tolerancia como podremos superar el crítico y doloroso momento que vivimos.

El Nuevo Día.

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