Ante tal inactividad y parsimonia comienza acrecer la prevención sobre lo que pueda ocurrir con los XX Juegos Nacionales, cuya sede comparte el Tolima con el Chocó para 2015, y a dos años de su celebración no se han conformado siquiera los equipos responsables de las complejas tareas.

Como lo sentenció una de las Madres de la Plaza de mayo, Videla era un ser despreciable que encabezó el genocidio de miles de sus conciudadanos, de todas las condiciones, edades y ocupaciones en una de las ramificaciones de la tenebrosa Operación Cóndor que asoló a varios países de Suramérica en esos luctuosos años.

La bestialidad aumenta y se hace más compleja como lo indica el reciente atentado en Itagüí, que cobró la vida de un aficionado del Once Caldas. Ya no es solamente con piedras y guijarros (que también se los arrojaron al bus que transportaba al equipo) sino a balazos, como ocurrió en el atentado mencionado.

Lo anterior coincide con el hecho de que con cargo al erario se realizan ceremonias religiosas o en los despachos oficiales se instalan íconos , figuras y cuadros religiosos en disonancia con lo establecido en la Constitución.

No faltará quien infiera que la condena de Pérez se basa en una persecución política pero para la mayoría de la ciudadanía se convierte en hito de una justicia que cojea pero, finalmente, llega.

Ya se había advertido, cuando el atentado contra Alarcón, que en la medida en que se agudizan las contradicciones y se desvelan las argucias ilegales de los criminales inmediatamente recurren a los atentados y a la violencia para imponer su voluntad ante su carencia de argumentos.

De nuevo reclama la ciudadanía un cuidadoso análisis de la propuesta y las alternativas antes de involucrar a la capital del Tolima en un callejón sin salida que puede limitar, aún más, las posibilidades de la ciudad y sus habitantes.

Combatir la corrupción se ha convertido, con el paso de los días, en una actividad riesgosa al extremo. Los saqueadores no tienen el menor reato en usar la violencia contra quien se interpone en su camino y si las acciones de sus validos no son eficaces proceden con la amenaza y, en última instancia, el asesinato.

Nunca reclamó para si honores ni esperó reconocimientos en una profesión de suyo ingrata y prefirió guardar siempre un bajo perfil, mientras con su guía y ejemplo se libraban las desiguales batallas que caracterizaron al periódico y le marcaron su impronta en la ciudad, la región y el país. Desempeño que le brindó a numerosos periodistas muy merecidos premios nacionales.

Ríos ha rechazado la condena y se ha declarado inocente; simultáneamente, varios miembros del Ejército -activos y retirados- han hecho conocer su inconformidad con el fallo, pues del mismo se pueden derivar otras condenas de altos oficiales.