Agradecimiento a la Administración local, pero también preocupación en búsqueda de una política pública para la cultura de la ciudad, demuestran gestores locales en una carta liderada por María Yolanda Jaramillo, expresidenta de la Academia de Historia del Tolima.

El eje de la mencionada comunicación se orienta a la participación permitida en el pasado Desfile de San Juan, el 24 de junio, en que se unieron escultores, músicos, pintores, artesanos y directores de teatro en torno de las comparsas exhibidas.

‘Hacia una democracia cultural’ se denomina la misiva, en la que se define esta demostración como algo ligado “al destino que busca el Sector Cultural (...), armonizar la cultura y las instancias del poder que permitan visionar un horizonte común”.

Lo anterior, según se expone, para “lograr abrir caminos que conduzcan hacia una definitiva ‘Democracia Cultural’, en donde los que no han sido escuchados ni han tenido la opción de mostrar en la escena pública su arte, puedan hacerlo”.  

Frases clave

En el documento la representación aclara, además, que “es el destino histórico irreversible del escultor, pintor, cantante, músico, dancista, escenógrafo y artesano, que buscan proponer un proceso de construcción de la política cultural de la manera más participativa posible”.

Esto lo harán “promoviendo la visibilidad de los actores culturales que quieren protagonizar los grandes eventos del Tolima, como interlocutores válidos ante las instancias del poder”.

Se destaca además que “existe la voluntad del alcalde Luis H. Rodríguez, quien nos permitió con esta muestra demostrar que el sector cultural de Ibagué sí responde con mucho profesionalismo en las distintas expresiones de la Cultura.

Yolanda Jaramillo, en la representación mencionada, agrega que lo más importante es que el Mandatario “lo hace con el sentimiento de pertenecer a esta tierra que los acogió o los vio nacer”.

Los componentes

Yolanda Jaramillo explica que “la carroza expresó el gran antagonismo de la cosmovisión del español y el indígena, que es obligado a actuar frente a sus objetos de culto, trasladando lo que para ellos es sagrado a un espacio privado, lo que antes estaba en los campos en los cerros, en donde se compartían colectivamente.

“Había que buscar en el mundo cerrado del secreto, dándole una vida subrepticia que cambiaba su significación; es el origen de la leyenda.

“En la fiesta religiosa de la procesión del San Juan, se descubrió en su imagen y bajo su túnica, un bello y pulido ‘ídolo’ de oro macizo, que reposaba allí guardado y que atraía en franca devoción a los indígenas de la región (Natagaima), que veían en la imagen del santo el nicho donde podían venerar y expresar su devoción pagana”, concluye.