La Plástica de ayer y hoy

ARCHIVO - EL NUEVO DÍA
El reconocido maestro Ortiz elabora un recuento de la historia del arte tolimense, en el marco de la celebración de los 27 años del ‘Periódico de los tolimenses’, que ha registrado el trasegar de esta área.

En el devenir de los días y los meses muchas veces no somos conscientes de los cambios de los cuales hemos sido testigos y creemos que mientras nosotros envejecemos cada vez más rápido, nuestro entorno social, cultural y profesional lo hace a duras penas. El tiempo de las sociedades parece que caminara a otro ritmo que el de los hombres. Por eso cuando los años pasan y las instituciones o las personas quieren hacer un poco de conciencia sobre su propia historia son válidos los balances comparativos entre el ayer y el hoy que permitan visibilizar la diferencia.

Al ser invitado a escribir unas líneas con motivo de un nuevo aniversario de El Nuevo Día, que hoy presenta una imagen renovada en su diseño editorial, pienso, como artista tolimense y gestor cultural, en lo que acontecía en ese noviembre de 1992 cuando salió el periódico a circulación. 

Miremos someramente qué pasaba en las artes tolimenses en noviembre de 1992, cómo era lo que llaman el “estado del arte” hace 27 años y cómo está hoy a punto de terminar el 2019. 

Al inaugurarse este diario las Artes Plásticas en el departamento se centraban en Ibagué y estaban viviendo el momento más duro de su corta historia. Casi todo lo que se refería a ellas se mencionaba en pasado. No había escuela ni facultad de artes, la habían clausurado 14 años atrás. Acababa de cerrarse una galería de arte que había tenido cierto éxito comercial. No había museos, los dos intentos anteriores de las décadas del sesenta y setenta se habían disuelto sin pena ni gloria. La Colección Departamental de Arte, que comenzara con tanto brillo treinta años antes, ya había perdido por arte de magia sus piezas más representativas de Botero y Grau entre otras y, arrumada en alguna parte o colgada en cualquier oficina, se disponía a perder una valiosa pintura de Obregón en los meses siguientes.  Durante cuatro décadas, del 40 al 80, el arte tolimense había contado con un grupo representativo de artistas que asistían a bienales internacionales, pintaban murales en sitios públicos, hacían monumentos, ganaban salones nacionales y becas internacionales promovidas por la Gobernación, pero todo eso para 1992 era historia patria. La plástica, gracias a la desidia del gobierno, languidecía por falta de apoyo. 
Sin facultad de arte, la enseñanza en la Universidad del Tolima había quedado relegada a unos cursos que impartían estoicamente los maestros Edilberto Calderón, Carlos Naranjo y Manuel León Cuartas. A ellos se sumaban algunos talleres individuales como el del maestro Jesús Niño Botía y una que otra clase que dictaban profesores más jóvenes en la Biblioteca Soledad Rengifo, donde a veces también se hacían exposiciones. Contando con la Biblioteca Darío Echandía y La Universidad del Tolima, Ibagué tenía unas cuatro salas de exhibición en las que además no era fácil exponer. 

¡Pero había artistas! Y ellos sacaban la cara dentro y fuera del departamento. Mariana Varela y Rodrigo Facundo, entre otros, brillaban con luz propia en el contexto nacional. En 1992 una organización de artistas llamada Viva el Arte y liderada por Edgar Varón era el motor que jalonaba la escena local. En una casa de la carrera tercera tenían galería de arte, talleres de clase y un taller de serigrafía. Presionaban al gobierno para hacer salones departamentales de arte, cursos con grandes maestros y daban a conocer en Ibagué lo que los tolimenses hacíamos en otros lados. En noviembre de 1992 al inaugurar El Nuevo Día, casualmente me encontraba exponiendo allí y habíamos realizado con Gloria Camacho, de Casa Teatro, uno de los primeros, sino el primero, de los performances hechos en el Tolima.  

Hoy en noviembre de 2019 el “estado del arte” es bien diferente.  El Museo de Arte del Tolima cumple 16 años en un mes exponiendo a uno de los grandes genios del arte universal, y la Facultad de Arte de la Universidad del Tolima cumplió 10 años de destacada labor. Ambas instituciones están en el centro de una escena local en crecimiento con muchos artistas jóvenes pidiendo pista. Hay una red departamental de museos con salas de exposición en al menos cuatro municipios más. Ahora Ibagué es destino de artistas de diferentes latitudes que vienen a exponer o a compartir sus enseñanzas y está en la ruta de curadores y muestras nacionales e internacionales; a la vez que artistas tolimenses son llamados a exponer en museos e instituciones de varios países. Hay un par de galerías nuevas tratando de mover la escena comercial, y en pocas semanas se abrirá el museo del Panóptico que enriquecerá el panorama. 

En todo ese transcurso de notable cambio y  mejoría, El Nuevo Día ha sido testigo, promotor y difusor de las Bellas Artes durante sus 27 años de vida y la historia de este proceso que les cuento se encuentra entre sus páginas. 
Pese a ese balance claramente positivo, aún nos falta mucho por lograr para la región. Seguimos siendo la cenicienta del presupuesto, pero estamos a punto de probarnos la zapatilla. 

Credito
DARÍO ORTIZ ESPECIAL PARA EL NUEVO DÍA

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