“Yo no me vendo”: Dairo Serrano

HÉLMER PARRA - EL NUEVO DÍA
Este ibaguereño de 28 años es famoso en Ibagué y diversos departamentos por subir la 'temperatura' personificando un gladiador, vaquero, marinero, bombero, militar y policía americano. Él se quita la ropa en clubes, salas de apartamentos y discotecas, pero confiesa que jamás aceptará una fiesta privada gay, aunque muestre sus encantos en un popular establecimiento de la comunidad LGBT.

En el día Dairo Alexánder Serrano Santos es un ibaguereño común y corriente, que se gana la vida haciendo mantenimiento a la planta física de una importante institución de educación superior, pero al llegar la noche, sobre todo en fines de semana, se transforma en un sexy vendedor de momentos inolvidables, a través de la imaginación, popularmente llamado stripper.

Su marcada figura y sus sensuales movimientos de cadera lo han hecho popular no solo en las fiestas de despedidas de soltera, día de la mujer y amor y amistad, sino también entre el público que frecuenta Romanos.

Al mundo de los stripper llegó hace cerca de ocho años, y asegura que el hecho de ganarse un dinero extra desnudándose al ritmo de la música y las luces, no lo convierten en un gigoló, por tanto advierte que jamás ha cambiado plata por sexo, pese a que las propuestas están a pedir de boca.

Para él este trabajo no lo hace indigno, ya que en él se limita a liberar las fantasías de los presentes, sin llegar a materializarlas, y confiesa que lo más atrevido que ha hecho fue haber incursionado en la rumba gay, pero no se arrepiente porque han sido cinco años muy fructíferos. 

Dairo Alexánder, ¿Cómo incursionó en el mundo de los stripper?

Fue a través de un amigo, quien trabajaba en esto. Un día me llevó como mesero a un evento solo para mujeres, y me llamó la atención; allí la persona que lo había contratado me abordó, me lo propuso y acepté.

¿Cómo fue esa primera experiencia?

Una cosa es decir ‘lo hago’ y otra muy distinta meterse a la pista de una discoteca a quitarse la ropa frente a muchas personas, y eso lo descubrí en el primer show para el que me contrataron, en Espinal. 

Al llegar al lugar acordado me llené de pánico, me provocaba salir corriendo, pero tomé valor y salí, al verme la gente empezó a aplaudirme, y empecé a dejarme llevar por la adrenalina del momento y a la gente le gustó.

A partir de ese momento empezaron a llamarme de otros lados para despedidas de soltera y eventos en discotecas, sin necesidad de hacer mucha publicidad mi número llegó a muchas ciudades y municipios, ya son ocho años en este cuento.

¿Qué dice su familia por su trabajo?

Lo tomó en gracia, les causó risa, pero después me apoyaron, inclusive mi mamá, que cose, me empezó a confeccionar los trajes y mi tía las tangas. Hasta hace un tiempo mi mamá, cuando la invitaban a fiestas de matrimonio, me pedía que le regalara el show para la despedida de soltera, ahora como se volvió cristiana me insiste en que lo deje.

¿En estos ocho años qué le ha sorprendido de ser stripper?

Ver a las mujeres en otra faceta, porque por lo general ellas siempre dicen que los hombres son pasados, pero en el momento en que un stripper les baila se transforman, quizá se vuelven más lanzadas que los mismos hombres.

Siempre llegan diciendo ‘no tan lanzado’, ‘bailemos suave, no tan cerca’, pero después se les olvida todo y por lo general en todos los show le cogen a uno la cola, y algunas veces hasta tocan otras partes.

¿Qué ha sido lo más difícil?

En un primer momento fue llegar a bailar en un bar gay, pero uno aprende a manejar la situación y las distancias. La gente sabe que lo que estoy haciendo es algo artístico, que no se puede exceder y lo aprecia.

¿Hace cuánto está en bares gays?

Unos cinco años, pero solo lo he hecho en Romanos, donde mínimo una vez al mes estoy haciendo una salida.

¿Se siente igual bailándole a mujeres que a homosexuales?

No, porque yo soy una persona heterosexual y es incómodo bailarle a personas del mismo sexo, por eso cuando me salen rumbas privadas para gente gay no las hago.

¿A quién le gusta bailarle?

Me gusta más bailarle a la gordita, a la feita... porque nadie lo espera, y eso logra un impacto más fuerte.

¿Quiénes son más generosos: los hombres o las mujeres?

Las mujeres en cuestión de propinas, pero pagan mejor en los eventos para hombres, porque muy pocas personas lo hacen. En las despedidas de soltera muchas veces sale uno con más plata de propinas que lo que cuesta un show, que está entre los 150 mil y los 200 mil pesos, libres de viáticos.

¿Tolima es buena plaza?

Sí, porque no hay casi competencia.

¿Lo contratan personalidades de la ciudad?

Sí, he bailado en muchos cumpleaños de gente conocida, pero me reservo sus nombres.

¿A prestado servicios sexuales?

Me han ofrecido tener sexo por dinero, pero no lo acepto. La gente cree que todos los stripper son gigolós o acompañantes, pero no es mi caso... Yo no me vendo.

¿Lo critican por no aceptar?

Claro, todo el tiempo mis amigos me dicen ‘usted porque también no se acuesta con las viejas’, o me dicen ‘usted por hacer show debe acostarse con la que quiera’, ‘siempre que hace una despedida debe tener sexo con más de tres’ y siempre aclaro que no, porque me gusta cuidar mi reputación.

En su intimidad

¿Qué es lo difícil de ser stripper?

Dar seguridad a la pareja, por eso muchos stripper son solteros, o cuando tienen una relación tienen que abandonar el trabajo porque una pareja de novia bien, pero después es difícil para ellas que uno esté bailándole a otras mujeres.

¿Y en su caso, está soltero?

No, tengo una relación muy seria.

¿Cómo funciona con su trabajo?

Le doy mucha seguridad. Ella ha aprendido a conocerme y sabe que simplemente voy a hacer un baile y nada más. Sin embargo, me está endulzando el oído para que piense en el retiro.

¿Tienen hijos?

No con ella, pero sí soy padre de dos niñas, a quienes adoro.

¿Ellas saben a qué se dedica?

La mayor sí, y le causa gracia. El dinero que saco de esto lo aprovecho para salir con ellas, entonces como que esperan que siempre esté trabajando.

Si sus hijas le dijeran que quieren seguir sus pasos, ¿lo permitiría?

No lo permitiría; no por la profesión, porque uno sabe a que se están dedicando, pero sí porque la gente habla de más.

Sin tapujos

¿Qué ha sido lo más atrevido que le ha tocado hacer?

Bailar sin tanga, muchas veces piden que me la quite y cuando me toca hacerlo me las ingenio para no mostrar nada

¿Que anécdota recuerda de esta profesión?

Una vez en un evento en Neiva para el Día de la Mujer, eramos como cinco stripper y a las niñas a la entradas les regalaban una varita de lluvia cósmica, y en el momento de empezar a bailar empezaron a pegarnos con ella. Yo creo que nunca mi mamá me llegó a pegar tanto.

¿Cuánto le mide?

Reserva del sumario, lo dejo a la imaginación.

¿Los stripper cómo logran tener erecciones durante un show?

Yo no manejo este tipo de show, siempre estoy con tanga y si me la quito siempre es cubriéndome mis partes íntimas, pero los stripper que sí lo hacen se excitan masturbándose o en el mismo evento acuden a otra persona, y cuando están erectos utilizan un condón para lograr que el pene mantenga más tiempo erecto.

En su caso, ¿Cuánto le dura una erección?

Cinco minutos, dependiendo la ocasión, porque cuando uno está con tragos en la cabeza puede durar mucho más.

¿Su trabajo le sube el ego?

Sí, porque a cualquier sitio que uno llega impacta.

¿Consume ayudas sexuales?

Sí, pero en pareja.

¿Qué lo acompleja?

La parte baja de mis piernas, porque es un poco delgada.

¿Fuera del show utiliza tanga?

No.

¿Qué fantasía le queda por cumplir?

Tener sexo frente a muchas personas, pero tal vez el momento no ha llegado.

¿Con su experiencia, dónde considera están las mujeres más ardientes?

En Medellín.

¿Trabajaría para películas porno?

No. Ya me lo han propuesto, pero hasta ese punto no llegaría.

¿Es buen bailarín?

La gente cree que debo bailar genial, pero la verdad es que se me facilita ser stripper porque tengo buen movimiento de cadera, bailo muy sensual, pero al llegar a bailar salsa soy un ‘tronco’.

Dicen que los malos bailarines son malos en la cama. ¿Lo cree?

No es mi caso.

Credito
REDACCIÓN EL NUEVO DÍA

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