“La lectura es mi adicción”. William Ospina

El prolífero escritor confiesa que es malo para madrugar y cumplir horarios, y que su mayor acto de rebeldía fue haberse dedicado a la literatura.

Hace pocos días el literato tolimense William Ospina lanzó su nuevo ensayo, ‘Pa que se acabe la vaina’, y con ello las preguntas sobre este personaje vuelven a acaparar la mente del público.En En la intimidad con... sentó su rechazo por la destitución e inhabilidad por 15 años decretada por el procurador Alejandro Ordóñez en contra del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, de la que dijo fue injusta y sesgada.

Igualmente confesó que es malo para la cocina, que con la edad se ha vuelto más llorón, y que le gustan las relaciones claras.

La labor del escritor siempre es muy solitaria. ¿En su vida es lo mismo?

No, porque basta tener un solo amigo para que uno ya no se sienta solo y yo tengo muchos. Tengo una vida familiar muy rica, y casi que donde quiera que voy encuentro viejos y nuevos amigos, muchos de esos me los ha dado la literatura, de manera que la literatura es una soledad buscada.

¿Cuál es su estado civil?

Yo vivo solo, aunque mi casa la visitan muchos amigos, pero veo a mis padres, viajo con ellos cada  vez que puedo, veo a mis hermanos, tengo muchos sobrinos, una hija, dos nietos, los visito cada vez que puedo, estoy atento a sus vidas.

¿Cómo piensa celebrar la Navidad?

Como casi siempre: en familia. Será una celebración normal, típica colombiana de Navidad y buñuelo... pesebre y canciones.

¿Tiene agüeros?

Trato de no ser supersticioso, pero es imposible para los seres humanos no serlo.

¿Qué hace?

Cuando todos comen las uvas yo las como también, pero casi nunca en mis ejercicios supersticiosos hago nada por obtener dinero, es lo que menos me interesa pedir; creo que uno la lotería ya se la ganó al estar en este mundo en medio de tantos prodigios, milagros y maravillas.

¿En qué cree?

No tengo una religión establecida, no participo de ninguna iglesia, dejé de ser católico a los 15 años, pero no he dejado por ello de tener respeto por las religiones.

¿Qué le dice la palabra Dios?

Una palabra digna de ser pensada y considerada. Creo en la necesidad de la recuperación del sentido sagrado del mundo y de la presencia humana en él, y creo en la necesidad de mitos nuevos que respondan a los desafíos nuevos de la civilización.

¿Se confiesa?

No sé si la confesión sea solamente ir a contar culpas o errores a alguien, creo que ser escritor es estarse confesando permanentemente porque es estar contando a los demás a través de un instrumento tan público como el lenguaje, que se siente, que se piensa, que se sueña, que se imagina, cómo se juzga el mundo que fue y cómo se anhela el mundo que será.

¿En qué hora lo visita la musa?

Las musas se han vuelto muy impuntuales, ya no llegan a una hora fija, o quizá nunca lo hicieron, de manera que siempre tengo que estar atento porque esta pasa en el momento menos pensado y es fácil que se pierda hacia otras partes de su viaje.

¿Qué tan bueno es para madrugar?

Soy pésimo, sobre todo porque estoy despierto hasta muy tarde. Como decía Borges: cuando todos están durmiendo, más hay que vigilar para que no vaya a pasar nada. Entonces yo trato de estar despierto, casi nunca tengo sueño, y en esa medida me levanto tarde, pero no necesariamente por estar despierto de noche sea porque esta es más inspiradora. 

Dicen que detrás de un buen hombre hay una gran mujer. ¿Es su caso?

No sé si habrá una mujer detrás mio. Creo que hay más bien una presencia de lo femenino permanentemente, que no está encarnada necesariamente en tal o cual mujer, seguramente es mi madre, mi abuela, mis hermanas o mi hija, que son las mujeres que he querido; las amigas que tengo y con las que me gusta conversar. 

¿Qué encuentra solo en las mujeres?

Un conocimiento del mundo que hace que no se pierda en abstracciones, que está atento a los detalles y que no se extravía en el universo cercano, porque, como dice mi mamá, los hombres nunca encuentran nada.

¿Al maestro lo persiguen las mujeres?

No sé si de perseguir o de seguir he tenido consciencia. Suelo tener diálogos muy agradables, pero hace tiempo no vivo ni como protagonista ni como víctima de ningún tipo de asedio.

¿Ha sido coqueto?

Uno siempre está enamorado. Ahora recuerdo más la obsesión de cuando estaba enamorado hace 15 o 17 años, que ahora. Supongo que la experiencia debe pesar un poquito. Ahora siento que mi relación con el mundo es distinta, me gustan la amistad, las relaciones claras y compartir el mundo. Me gusta tener alguien con quien compartir.

¿En este momento lo tiene?

A veces lo tengo.

¿Desde cuándo la barba y la cola?

Desde hace como 20 años.

¿Por qué?

Es algo que ocurre espontáneamente y lo dejo así. Creo que supone cierta rebeldía con respecto a la formalidad o a ciertos estereotipos del ejecutivo exitoso.

¿Qué es lo más rebelde que ha hecho?

Haberme dedicado a la literatura, porque en un país como Colombia es fácil entender que el que se dedica a la literatura tiene más que perder que ganar. En otro tiempo escribir en Colombia era tan difícil que la mayoría de los escritores se iba del país, buena parte de la literatura colombiana se ha escrito en México donde se fueron Germán Pardo, Álvaro Mútis, Gabriel García Márquez y Fernando Vallejo... entonces ahora hay un espacio mayor para escribir, y ya no parece tan insensato, pero antes era una insensatez, y me parece que fue una buena forma de rebeldía e insensatez de mi parte dedicarme a esto.

¿Por esa rebeldía qué ha ganado y perdido?

He perdido certezas, he ganado aventuras, he perdido conformismo y he ganado felicidad.

¿Qué ha sido lo más gratificante?

Cada vez que encuentro lectores entusiastas que comparten lo que he escrito, lectores que descifran mejor que yo lo que he escrito, me hace sentir recompensado.

¿Y lo más duro...

Creo que siempre requiere de gran esfuerzo escribir y si bien puedo decir que es una felicidad hacerlo, no es una felicidad irresponsable, sino que requiere de responsabilidad y esfuerzo, dedicación, persistencia, rigor y criticarse constantemente a sí mismo.

La lectura, su todo

¿Recuerda el momento en que la magia de la literatura lo conquistó?

Sí, recuerdo dos momentos, uno que no tenía que ver con la lectura: cuando tenía seis años había un anciano en el norte del Tolima que nos contaba cuentos a mí y a mis hermanos al atardecer. Nos contó cuentos muy hermosos que después fui buscando para leer, y creo que aprendí a amar la literatura en ese momento. Después cuando tenía nueve años me encontré con un libro, el único que había en mi casa, que era la Odisea, lo leí y me pareció un excelente libro infantil.

De todos los libros, ¿cuál es el que no se cansa de leer?

Hay muchos, y algunos permanecen abiertos en mi casa, tales como la Divina Comedia, las obras de Borges, la declinación y caida del imperio romano, la Biblia, y el Ulises de Joyce; de manera que siempre estoy en la mitad de la lectura.

Si no cree en religión, ¿por qué lee la Biblia?

No, la leo como leo la Odisea, el hecho de que lea fascinadamente la Odisea no significa que oficie en los altares de Apolo, me parecen seres maravillosos, creo en su divinidad, y tal vez en lo que no creo es un Dios único que borre los otros, prefiero que haya muchos dioses para que puedan todos convivir y puedan darnos una idea de lo que es la divinidad a que haya un solo dios, porque esto es casi una negación del pensamiento mismo, y el mundo está lleno de contrarios.

¿Escritor desde cuándo y hasta cuándo?

Desde siempre y hasta el final.

¿No lo aburre escribir?

No, porque es algo que cambia continuamente, es una interrogación del misterio del lenguaje, que permite expresar las cosas nuevas que crecen en nosotros. Es un ejercicio que tiene que ver con la memoria, con el ritmo, con la música, con las historias que siempre nos conmueven y eso me encanta.

¿Después de salir al mercado, lee sus libros?

Depende, hay algunos que vuelvo a leer, otros que no. Por ejemplo, cuando estaba escribiendo mi trilogía como todas tenían un ámbito similar y a veces personajes que volvían de una novela a la otra no podía dejar de leer los libros anteriores porque estaba en permanente diálogo con ellos. Hay libros que pasan años sin que yo vuelva a mirarlos, aunque a menudo veo en las reseñas que hacen referencias. 

En mi caso cada libro nace del anterior, entonces siempre hay un vínculo a veces visible y a veces secreto entre un libro y otro, que hace que yo no pierda nunca de vista los libros que he publicado, ni siquiera de ensayo ni de poesía, porque algunos de esos temas siguen presentes.

¿El maestro usa algún tipo de ayuda para su trabajo (fuma, bebe o consume alucinógenos)?

He ido abandonando esos vicios. Hace mucho tiempo dejé de fumar, bebo poco, no como en exceso y no consumo drogas, en cambio me encantan el oxígeno y el verde del paisaje.

¿Siempre termina los libros que empieza a leer?

Ya no, porque, como decía un amigo mío, al comienzo trataba de cumplir con la ética del lector: leer los libros de comienzo a fin, hasta que un día comprendí que no soy inmortal.

¿Por qué escribe?

Porque lo necesito, pero me gusta mucho encontrar que eso que escribo tiene resonancia en el espíritu de los lectores, no porque me interese verme confirmado, sino porque me gusta sentirme parte de una sociedad que tiene la misma sensibilidad y se hace las mismas preguntas, y busca las mismas cosas.

Muy personal

¿Usted llora?

Sí, a menudo, no me dura mucho, pero lo hago porque muchas cosas me conmueven. Creo que con los años he aprendido a frenar menos las lágrimas.

¿Qué le produce ese llanto?

Generalmente gestos de humanidad.

¿Es de mal humor?

A veces estallo de impaciencia o indignación, pero trato de ser ecuánime porque creo que es la mejor manera de manejar las cosas. También creo que si algo le tienen que enseñar a uno los años es prudencia y un deseo de serenidad.

¿Qué frustraciones tiene?

Pocas, no me siento especialmente frustrado en mi vida personal, me siento generosamente tratado por el destino, pero sí siento que nuestro país merece más. En esa medida si alguna frustración o algún anhelo insatisfecho tengo es el de una sociedad reconciliada y no descanso en esa lucha por conseguirla, un país más capaz de quererse, respetarse, y de relacionarse con el mundo no copiando modelos de una manera servil sino dando ejemplos originales.

¿A qué teme?

A la soledad, a la oscuridad, a la crueldad, al mal y, por supuesto, a lo desconocido.

¿Han sido crueles con usted?

No, pero sí hay mucha crueldad en el mundo.

¿Le duelen las críticas?

No hay critica suficientemente fuerte hacía mí, debería haber más, me gustaría.

¿Para qué es malo?

Para muchísimas cosas, entre ellas para hacer ejercicio, para madrugar, cumplir horarios y cocinar, aunque me encantaría ser buen cocinero, pero hay tiempo para aprender.

¿Alguna manía?

Leer y escribir, solo que me parecen manías saludables, ya que considero que la lectura es la más sana de las adicciones, en esta época de adicciones malsanas.

¿Peca?

No, porque no creo en el pecado, uno comete errores y no debe persistir en ellos.

Credito
REDACCIÓN EL NUEVO DÍA

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