“Yo no nací para ser menos” Gentil Gómez Oliveros

HÉLMER PARRA - EL NUEVO DÍA
El burgomaestre de la ‘Ciudad de las piscinas’ confiesa que con su dinero es tacaño, que le apasionan los caballos, que le fascina trabajar con mujeres y que aprendió a vivir con el estigma de ser un ‘placero’ o, como lo llamaban sus contradictores, ‘un cebollero’.

Gentil Gómez Oliveros, el hombre que desde 2012 lleva las riendas del municipio más turístico del Tolima, Melgar, se hizo a pulso.

Creció en la plaza de mercado jalando carretillas, y vendiendo y cargando bultos de papa y plátano. A este medio que le ayudó a formar su carácter y en el que perdió a su padre, quien pereció producto del alcoholismo, sigue tan vinculado que aún no logra desprenderse del hábito de echarse un trapo al hombro y portar una navaja, como si estuviera listo por si le tocase ganarse unas extras.

Ama sus orígenes al igual que le duele en el pensar que sus años de ‘cotero’ afectaron su salud, a tal punto de originarle una obesidad que por poco lo lleva a reunirse con su papá antes de tiempo, y por la que debió someterse al bisturí.

Alcalde, ¿por qué siempre de poncho?

Es fruto de las circunstancias que he tenido que trasegar. Cuando empecé a hacer política a los 18 años, yo trabajaba en la plaza de mercado en cargue, descargue y venta de productos agropecuarios, y allí siempre usé una bayetilla roja como una herramienta de nuestro trabajo, y cuando incursioné en la política continué hasta que un día mi madre me dijo ‘deje de usar eso que se le ve muy feo, y además usted es un personaje público’, pero como yo no podía dejar la costumbre me sugirió usar un poncho, que, según ella, era más presentable.

¿Cuántos tiene?

Creo que unos 600. La mayoría son regalados, y los otros los he comprado por docenas.

¿Qué más conserva de su época entre bultos?

La disciplina, el trabajo y la constancia en lo que se hace, así como la capacidad de convivir con las personas y a entender sus necesidades.

¿Cómo alcalde ha continuado desayunando en la plaza?

Sí, porque yo tengo un vínculo muy estrecho sobre todo por mi madre y mis hermanos que todavía continúan allí, y con buena parte de los comerciantes que me vieron crecer en ese ambiente.

¿Lo han pordebajeado por sus orígenes?

Siempre hemos cargado el estigma, y por supuesto que me han señalado con epítetos que buscan menguar mi capacidad de trabajo y liderazgo, pero eso lo que ha hecho es potencializarme. Recuerdo que en campaña mis contradictores me bautizaron ‘el cebollero’ y eso lo que hizo fue catapultarme, a tal punto que hoy la gente me dice ‘cebollero’ de cariño y no de desprecio.

¿Qué le quitó la plaza?

A mi padre, porque en la plaza se volvió un alcohólico. También me quitó mi salud, por ponerme a temprana edad a cargar pesos superiores a mi capacidad, sumado a que el mundo de la plaza en el tema de la alimentación es muy desordenado y eso me generó una obesidad mórbida que me tuvo al borde de la muerte, con una diabetes terrible, que me obligó a tomar medidas drásticas para contrarrestar esa alteración.

¿Cuánto llegó a pesar?

En mis peores épocas 150 kilos, estamos hablando de tres años atrás.

¿Qué medidas extremas tomó?

Haber sido diagnosticado de una diabetes temprana a los 16 años, de haber convivido con esta patología hasta los 34 trajo consigo muchos problemas. Fue así que decidí someterme a un by-pass gástrico por laparoscopia; quiero aclarar que esa decisión fue en aras de vivir y no pensando en algo estético.

Soltero, pero no a la orden

Como alcalde se ganan amigos, ¿pero también admiradoras?

La política y el poder atrae gente para muchas cosas: para pedir favores, puestos y manifestaciones de cariño.

Dicen que usted es bastante mujeriego, ¿es verdad?

Es falso, lo que pasa es que yo soy una persona muy dada a trabajar con mujeres, de hecho en mi gobierno la famosa ley de pacto de cuotas la supero lejos. Buena parte de mi equipo asesor y de secretarios es de mujeres.

¿Para dar gusto al ojo?

No, porque las mujeres son leales, apasionadas en el trabajo y dedicadas, saben calcular, son prudentes y, sobre todo, tienen límites y escrúpulos y eso es muy importante en la administración pública: el criterio de la lealtad y la responsabilidad, sin decir que los hombres que trabajan conmigo no lo sean.

¿Enamorado?

Yo vivo enamorado de la vida, de mi madre y de mi hijo, y de lo que hago, el amor es un elemento fundamental y transversal en al vida, aquí el que no ame simplemente no existe.

¿Ha tenido planes de casarse?

Nunca en la vida he estado en planes de casarme. En un momento de la vida tuve una relación muy prolongada con la madre de mi hijo, pero nunca logramos concretar algo que tuviera lugar a formar un hogar.

¿Hoy está soltero?

Sí, soy felizmente soltero.

¿Por qué?

Porque una de las cosas negativas de la política es no tener tiempo para dedicar a la familia, y pienso que ese es uno de los costos que he tenido que pagar.

¿Político desde cuándo?

Yo creo que nací para esto. Recuerdo que de niño era muy metiche y muy preguntón, donde llegaba era el centro de atención por algo que dijera u opinara. Mi proyecto de vida lo creé alrededor de la política, cuando mis compañeros del bachillerato estaban pensado en escribir esquelas y dedicar poemas yo estaba pensando en cómo armar un proyecto político, tal vez por eso es que nunca me casé.

¿Es el único Gentil de la familia?

No, soy el tercero, pues es una tradición que el primogénito lleve el nombre del papá.

¿Usted la siguió?

Sí, pero a medias, pues a mi hijo no le puse Gentil a secas: le agregué Adrián, por si no le gusta su primer nombre, así mi mamá lo ahorque.

¿A qué huele Gentil Gómez?

A pueblo.

¿Qué lo avergüenza?

Absolutamente nada.

¿Qué odia?

El trago, porque me quitó a mi papá siendo muy joven.

¿Quién es el alcalde de su casa?

Mi madre.

¿Le pegaba mucho cuando niño?

Bastante juete sufrí por indisciplinado e intolerante con mis hermanos. 

¿En algún momento sintió que sus padres fueran abusadores, pues le pegaba y lo ponían a trabajar?

No porque lo que tuve fue unos padres que aplicaban disciplina de acuerdo con las circunstancias del momento y gracias a esa disciplina hoy soy lo que soy.

¿Quién es su santo de devoción?

Soy un hombre católico, no idólatra y poco santero, aunque me formé con salesianos y aprendí a admirar a San Juan Bosco y a Santo Domingo Savio.

¿Liberal para todo?

Liberal de pensamiento, pero conservador en las concesiones morales, familiares y en muchos aspectos de mi vida privada.

¿Se considera atractivo?

Me considero simpático.

¿Cómo conquista?

Con la palabras y las buenas acciones.

¿A que le teme?

A morir y llegar a la conclusión que la vida se me pasó sin haber hecho nada.

¿A quién se le cambia de andén?

A nadie ni por miedo ni por desprecio.

¿Qué le da duro?

Tener que aceptar que hay que retroceder en las decisiones.

¿Es amplio?

En algunos aspectos, pero si se trata de mirarme en la forma en que manejo mis recursos y economía familiar soy bastante tacaño.

¿Cómo se divierte?

Montando a caballo, que es mi otra pasión.

Credito
EL NUEVO DÍA

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