“Cuando uno se ordena sacerdote, no deja de ser humano”

El Obispo Auxiliar de Ibagué revela cuál es su vía crucis personal, a la vez que cuenta que aprecia la belleza femenina, que siempre fue un mal bailarín y que abandonó todo, hasta su profesión de arquitecto, para dedicar su vida al Señor.

Monseñor Miguel Fernando González Mariño lleva un año como obispo Auxiliar de Ibagué, y esta será precisamente su segunda Semana Santa en esta capital.

Su mensaje para los fieles en medio del recuerdo de la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús es observar la “infinita generosidad de Dios que envió a su hijo a la tierra para salvarnos, y cuestionarnos sobre qué estamos haciendo para responderle, y para crear un país en paz”.

Sumado a ello, llamó a orar por el fin de la polarización que aqueja a Colombia, y a buscar la reconciliación, que parte de una buena relación con Dios. “Si no somos honestos en nuestro actuar, si no tenemos esa paz de que estamos haciendo lo que Dios nos pide, y no tenemos esa paz de conciencia, no podemos transmitirla a los demás”, y el proceso de paz que se adelanta se puede quedar en un simple saludo a la bandera.

“Se puede quedar en algo ficticio, meramente formal, si en el fondo del alma la gente no tiene ese deseo de hacer lo que Dios quiere, que haya justicia, equidad y ese respeto por cada persona”.

¿Cómo ha sido su primer año en Ibagué?

Es una experiencia nueva y muy enriquecedora, porque la experiencia de ser obispo es distinta a la de sacerdote encargado de una labor pastoral. El obispo tiene una visión más amplia de la iglesia, un conocimiento más a fondo de sus retos y una mirada más grande y, por supuesto, tiene mucho más trabajo.

¿Esta dignidad es un privilegio?

Es un reto muy bonito. Ser obispo no es un honor, es un compromiso más grande.

¿Cómo es su relación con el arzobispo Flavio Calle Zapata?

Estupenda. Doy gracias a Dios por haberme puesto a trabajar junto a monseñor Flavio, un hombre muy sabio, con mucha experiencia y gran conocimiento de la iglesia.

¿Usted será su reemplazo?

No, el tema de la sucesión es un nombramiento distinto: mi caso es de trabajar en equipo. El obispo auxiliar está colaborando con el arzobispo y en cualquier momento puede ser nombrado para otra diócesis.

¿Hasta cuándo quiere permanecer en esta capital?

Eso no es cuestión de querer, sino de disponibilidad. Estoy totalmente disponible el tiempo que Dios y la Santa Sede quieran, y mientras esté aquí haré lo mejor que se pueda y queriendo a la gente de Ibagué.

SIGUIENDO EL LLAMADO DEL SEÑOR

¿Cuánto lleva en el sacerdocio?

Tengo 18 años de sacerdote, y uno de obispo. Fui ordenando sacerdote el 1 de agosto de 1998, para la diócesis de santa Marta, y allí viví 16 años de mi sacerdocio; los primeros dos años fueron en Roma, como estudiante de Teología Dogmática.

¿Es el único religioso de la familia?

El único en esta generación, porque tengo tíos que fueron sacerdotes.

¿Cuándo sintió que tenía vocación de cura?

Estaba trabajando como arquitecto y mi carrera iba muy bien, cuando empecé a acercarme a tener una vida un poco más comprometida de sacramentos, de dirección espiritual y de oración, fue entonces que el Señor me llamó al sacerdocio, dejé mi trabajo profesional y entré al seminario.

¿Qué le dijeron su familia y sus amigos?

Fue una sorpresa para muchos, inclusive para mí, porque no me lo había planteado así, pero cuando uno encuentra y se da cuenta de que esa es la vocación hace, como dice la parábola del evangelio: uno vende todo para ir a coger ese tesoro que ha encontrado.

¿Hubo alguna situación que lo impulsara a ello?

Una vida más comprometida de oración y el buen testimonio de unos sacerdotes que me pusieron a pensar y Dios me iluminaba y decía ‘yo quiero ser como ellos’: juiciosos, alegres, estudiosos, deportistas y muy sabios en la fe.

¿Dejó el trabajo, pero también novias?

En la universidad tuve algunas amigas, pero nada formal, en donde uno como hombre sabe que puede amar a una mujer y entiende y conoce dentro de una vida muy ordenada, viviendo la castidad como un buen cristiano, pero no había algún compromiso en especial.

Unas de las cosas más complicadas es el celibato. ¿Cómo fue para usted ese paso?

Toda la vida fui muy católico y valoraba esas virtudes de limpieza de corazón, de trato decente con el prójimo y cuando se va enamorando del Señor uno está más disponible y empieza la vida sacerdotal; obviamente al ser humano siempre como hombre le atrae la mujer bonita, le llama la atención todo lo que es la sensualidad y uno lo vive ordenadamente, con el gusto de contemplar la belleza y las cosas de la naturaleza, pero sin ofender a Dios.

¿Es decir que a pesar de ser sacerdote siente atracción por la belleza femenina?

Claro, cuando uno se ordena sacerdote no deja de ser humano, de ser hombre, raro sería que no pasara eso. Mira que cuando el Señor escogió a sus sacerdotes escogió a hombres y no a ángeles; un hombre sabe lo que es luchar, lo que son las tentaciones, lo que es estar en el mundo, uno sabe todo eso y a la hora de atender a la gente, sobre todo a los jóvenes que se acercan a la confesión y dicen ‘estoy luchando’ uno los comprende, porque uno también está luchando.

Parte de la vivencia sacerdotal es vivir en medio del mundo sin ser del mundo, como dice nuestro Señor cuando ora en la última cena por sus apóstoles: ‘Padre, no te pido que los saques de este mundo, sino que los alejes del mal’.

EN LA GRACIA DE DIOS

¿Esta es su Semana Santa número qué? 

Desde que tengo uso de razón, he vivido la Semana Santa con fe. Recuerdo de niño en las procesiones en Popayán con esa llovizna y el frío admirando a los pobres cargueros.

¿De los días santos, cuál es el que a usted más lo emotiva?

La Vigilia Pascual, que es la noche del Sábado Santo.

Amando la Semana Mayor, ¿alguna vez fue carguero?

No, una vez estando como seminarista sí cargué la imagen de la virgen de Fátima en el Santuario de Fátima en Portugal, y eso es muy pesado.

Entre los ritos de la Semana Santa está el lavatorio de los pies. ¿A usted le han lavado?

A mí no, pero sí como sacerdote ese momento me conmueve mucho. Estar ahí de rodillas, lavar los pies y dar ese beso, gesto de humildad y sencillez es muy valioso.

¿Le gustaría?

Yo siempre pienso en ser yo quien lave los pies, que es un gesto más cristiano. Sinceramente eso de que me laven los pies me haría sentir mal.

Otra actividad de mucha significación es el vía crucis. ¿Cuál es su vía crucis personal?

Es la lucha contra mis defectos y mis limitaciones. La lucha es contra uno mismo.

¿Se confiesa?

Trato de hacerlo cada semana.

¿Pero qué puede confesar una persona tan creyente?

Cuando uno se va acercando más a Dios se va acercando más la luz, entonces puede ver mejor que cosas hay para cambiar; por tanto, cuando uno se empeña en tener una vida espiritual más cuidada va descubriendo cosas, no son pecados graves, pero sí son faltas de amor a Dios, falta de generosidad, que es bueno uno pedir a Dios perdón en el sacramento de la confesión para recibir la gracia de ese sacramento.

La confesión es secreta, pero ¿cuál es el pecado que más cometen los tolimenses?

Los de todo cristiano. Mis primeros años de sacerdocio fueron en Roma y 16 años en la Costa y generalmente las luchas son las mismas: envidias, rencores, pereza y malos pensamientos.

TRAS LA SOTANA

¿Teme a algo?

Creo que el sacerdote y el obispo debe ser un hombre de esperanza. Sabemos que la situación del país no está bien, que hay muchas cosas por sanar y puede haber un poco de temores respecto a eso: al futuro del país, pero es una ocasión más para pedir a Dios que nos ilumine a todos para poder solucionar los grandes retos.


¿Se sale de casillas?

A veces uno se impacienta por alguna cosa, pero antes era como más difícil y me costaba más controlar el genio. 

¿Qué lo pone de mal humor?

La falta de compromiso.

¿Usted solo toma vino de consagrar?

No, es que tomar no es pecado, el pecado es emborracharse. De todas maneras no hay que tomar mucho, porque se daña la salud, pero de pronto en una reunión uno se toma un whisky o una cerveza en el almuerzo, y eso no es malo, lo malo es la embriaguez cuando se pierde el sentido de las cosas.

¿Baila?

Nunca fui bailarín, para mí eso era un trauma. Cuando iba a una fiesta y había que bailar era como un castigo para mí; no es que tenga nada en contra del baile, aunque hoy en día hay algunos muy inmorales.

¿Le ha hecho falta tener esposa o hijos?

Nuestro Señor dijo ‘el que deje padre, madre y familia por mí tendrá en esta vida 100 veces más’, y eso es patente, yo a los poquitos días de estar aquí en Ibagué ya tenía familias que me acogían, tenía esa alegría de conocer y compartir. El tener esposa, lo tengo claro que no está dentro de mi camino vocacional, por lo tanto no lo busco ni lo deseo, porque mi entrega a Dios es de otra manera.

¿Alguna fiel le ha coqueteado?

Aquí menos. En la Costa las mujeres, con todo respeto, son más atrevidas, pero un

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