La princesa y el guisante

TOMADA DE INTERNET - EL NUEVO DÍA
Esta es otra de las historias que oíamos de nuestros padres cuando éramos niños: De cómo un guisante escondido bajo varios colchones, uno sobre otro, y además cobijas, fue detectado por la fina sensibilidad del cuerpo de una linda mujer, que dijo ser una princesa, perdida en una noche de lluvia y oscuridad.

Fue acogida para descansar en el hogar de un príncipe y sus padres, y con la sola manifestación de haber dormido muy mal, porque su lecho tenía algo que le molestó y no le dejó conciliar el sueño, fue suficiente para que los dueños de casa, que buscaban la esposa ideal para el aristócrata hijo, se dieran cuenta de que solo el cuerpo de una princesa de verdad podía haber detectado tan delicado elemento, y con ella lo casaron. 

Con el nombre de guisante se conoce en España la alverja verde, leguminosa de origen en el Oriente Medio y en Asia, conocida en plantaciones desde hace más de ocho mil años.

Cuando llegó a Europa, aproximadamente en 2000 a. C., se conoció en España e Italia, y de allí pasó a Francia, desde Génova, en el siglo XVII, durante el reinado de Luis XIV, El Grande, también llamado Rey Sol. Este, al conocer las alverjas, ordenó una preparación especial con ellas y le dieron por nombre “petit-pois” (petipuá) para diferenciarlas de las alverjas secas que se utilizaban molidas como forraje y en las comidas de las clases bajas. 

La alverja seca hoy se consume mucho, pero es bueno tener en cuenta que, a medida que se va secando, también pierde capacidad nutritiva. Los romanos de la antigüedad utilizaban esta leguminosa para alimentar a los caballos, aunque Apicio en sus escritos de cocina, deja constancia de algunas recetas con esta hortaliza. 

La alverja se produce en unas cápsulas que llamamos vainas, de una longitud entre 6 y 10 cm que tienen entre 5 y 12 granos cada una. Esta vaina, cuando es tierna, se suele incorporar a algunos cocidos y se consume tanto como los granos.

Es bueno tener en cuenta que cuando se compran las alverjas con vaina, al desgranarlas, el peso total se reduce a la mitad. Las alverjas frescas son deliciosas; tienen sabor a campo y se preparan de múltiples formas; se pueden conservar congeladas, aunque se pierden algunas de sus aromas campesinas y es también un buen acompañamiento para diferentes preparaciones.

Existen alverjas de variedades normalmente ligadas a regiones específicas donde se han desarrollado semillas especiales, tamaños y técnicas de cultivo, que permiten la obtención de un producto especializado. Además de la comercialización de este producto congelado, también se ofrece enlatado que, en realidad, es muy diferente en textura, sabor y color.  

Las alverjas frescas, después de desgranarse, se deben blanquear, esto es, llevarlas por un minuto a un recipiente con agua hirviente y algo de sal. También se puede agregar un poco de azúcar para fijar los colores. Después de enfriarlas, se pueden embolsar y congelar para usarse cuando se desee. Si se van a incorporar a una ensalada, o a otra preparación, se deben dejar en cocción a fuego medio por 10 minutos, aproximadamente, según su tamaño.

Cuando los niños se acostumbran a alverjas enlatadas o congeladas en paquetes de marcas comerciales, difícilmente aceptan después los granos frescos y alistados en casa. Al contrario, si se inician con la hortaliza fresca y trabajada en casa, no aceptarán fácilmente una procesada o industrializada. Si se cosechan y comercializan bien tiernas, es una delicia comerlas crudas. 

Para incorporarlas en arroces o en guisos, se deben poner, en el primer caso, crudas, y en el segundo tipo de cocción, unos 12 - 15 minutos antes de servir, con el fin de que no queden sobrecocinadas. Las alverjas se pueden hacer simplemente con un poco de leche y mantequilla, cocidas al punto de textura preferida y salpimentadas.

Alegran muchas preparaciones como ensaladas, pasta o papas. Son ingrediente básico en la ensalada rusa y entre las preparaciones más gustosas están las que son salteadas con mantequilla o aceite de olivas y jamón serrano. También pueden presentarse con cebolla, jamón y tocineta. Ni hablar de las sopas, las cremas y los purés.

Alverjas con jamón:

Para 4 personas, compre 1 libra de alverjas frescas. Corte una cebolla cabezona y 3 dientes de ajo en dados finos y póngalos a sofreír con aceite de olivas. Cuando ablande la cebolla, incorpore 150 gr. de jamón serrano cortado en cuadritos; un minutos después, agregue las alverjas, integre bien y déjelas cocinar a fuego medio por 12-15 minutos. Salpimiente. Llévelas a la mesa como acompañamiento.

Crema de alverjas:

Si quiere hacer una crema de alverjas, a la preparación anterior, justo al momento de incorporar las alverjas, agrégue 4 - 5 tazas de caldo casero de verduras y cocine todo por unos 12 minutos. Después, pase esta cocción por la licuadora, ajuste la sal, y la textura con crema de leche y caldo caliente, si lo requiere. Puede no incorporar a la cocción el jamón serrano y, en cambio, adornar el plato con finas tiras del mismo.

Puré de Alverjas:

Es igual de sencillo. Ponga a sofreír la cebolla, agregue las alverjas y cocínelas a fuego medio en agua o en caldo de verduras, por 12 minutos, o hasta cuando estén tiernas. Retírelas, escúrralas y páselas por un pasapurés o por un procesador. Rectifique la sal y busque la textura deseada con crema de leche o con mantequilla. Este puré puede acompañar preparaciones de carne.

Credito
YEZID CASTAÑO GONZÁLEZ

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