Noche de Paz, noche de Amor

Si hay algo que no nos ha dejado avanzar en el país, en nuestro departamento, comunidad e incluso en la familia, es la falta de armonía, de respeto por las diferencias… en fin, de un ambiente de paz.

Llevamos muchísimos años hablando de lo importante que es la paz para toda Colombia y el mundo, y casi siempre estamos pidiendo que los demás cambien para que el presente y el futuro sean como lo anhelamos.

Pero, a su vez, parece que esperamos que los demás sean quienes cambien; que la gente tenga sentido de pertenencia por la ciudad, que en el trabajo la gente sea más amable, que en la ciudad los empleados sean más atentos o que los conductores sean menos agresivos. Entre tanto, son muy pocos lo que reconocen que quien primero debe cambiar es uno mismo.


En esta época, que suele ser especial para reflexionar sobre lo que se hizo y lo que se quiere hacer, es crucial que comencemos por reconocer que no está en nuestras manos cambiar a los compañeros de trabajo, a los conductores o a los conciudadanos; pero, con decisión y determinación, sí podemos tener gobernabilidad sobre nosotros mismos y, por ello, el objetivo de alcanzar una sociedad pacífica sería más fácil si nos concentramos en identificar y modificar aquellos comportamientos nuestros que no contribuyen a dicho fin.


El hacerlo tendrá un efecto muy importante y es aportar para que cambie el ambiente de su hogar, del barrio donde vive, de su comunidad más próxima, entre otros.


Si somos conscientes de las fallas en nuestro comportamiento y de lo mucho que afecta la tranquilidad del hogar, con certeza lograríamos un ambiente más agradable, cálido y confortante y, de paso, mayor bienestar físico y mental para la familia.


El haber cometido alguna falta o hecho algo que le disgusta a usted no es motivo para agredir a la otra persona.  


Respire profundo antes de explotar e iniciar una batalla. Hable con serenidad con la persona y dígale con respeto cuánto le molesta que le hagan tal o cual cosa y que espera que no se repita.  


Nada justifica agredir a su mamá, a alguien de la familia, a la empleada, vecino o compañero.


No lastime a la familia, a sus compañeros de trabajo o amigos, exigiendo o pidiendo sin límite, máxime cuando usted conoce las limitaciones económicas de la misma, o la falta de condiciones para que cumplan.   


Agradezca lo que la vida le da y no amargue su vida ni el ambiente de la casa o entorno maldiciendo por el calor, la lluvia, el frío etc.


No se convierta en la persona experta en encontrarle problemas a cada solución; contribuya a la tranquilidad y bienestar de la familia. Prefiera asumir actitudes positivas, constructivas, creativas.


Cree puentes y estrategias de comunicación que permitan expresar y compartir las ideas y sentimientos con franqueza, serenidad y respeto.


No espere que los otros se comuniquen con usted, tome la iniciativa, comparta  y proponga soluciones, eso hará el ambiente cálido y reconfortante.


De buen ejemplo en la casa, en la oficina y en el barrio. Si un niño observa que en su hogar se discute y agreden todo el día, o no se comunican, con seguridad ése será su patrón de comportamiento.


Una mamá que no respeta a sus hijos y los maltrata, les transmitirá esos comportamientos y harán lo mismo con sus hermanos menores. Un jefe que grita al subalterno seguramente tendrá empleados que trata mal al cliente.


Recuerde que la paz de su comunidad, de su ciudad y su país, empieza en casa. Su tarea es construir una familia unida con lazos fuertes y plenos de afecto; ella es la célula de una sociedad armónica, solidaria, respetuosa y fuerte.

Credito
MARTHA CRUZ

Comentarios