Las mentiras piadosas

TOMADA DE INTERNET - EL NUEVO DÍA
Muchas veces se justifican las mentiras diciendo que son “piadosas” o “blancas” porque se asume que no lastiman a nadie y sólo se dicen por salvar alguna situación o salir airoso en determinada circunstancia.

Visto así no parece dañino; sin embargo, el problema se presenta cuando estos comportamientos se vuelven reiterativos y se convierten en hábitos, pasando así de las eventuales y pequeñas mentiras a las constantes y grandes falsedades.

El niño o el adulto miente por temor, por vergüenza, miedo al castigo o para protegerse. Algunos lo hacen por inseguridad pues consideran que serán mejor aceptados si dicen que viven en un barrio elegante o ganan mucho más de lo que reciben mensualmente.

Otros lo hacen para sobresalir porque sienten que serán admirados si hablan sobre las maravillosas vacaciones que tuvieron en Miami o en Europa, cuando esos lugares sólo los ha visto en televisión, pero ello significa mucho para su autoestima; otros más lo hacen para cubrir sus propias fallas o debilidades.

Hay quienes mienten como broma o por placer, pues con sus relatos se muestran como unas personas más listas que los demás.

Aunque mentir es un recurso fácil, lo usual es que con los días se complique, pues cada vez se vuelve más difícil guardar en la memoria las mentiras que ha dicho a unos y otros, y controlar esa gran cantidad de datos para dar coherencia a sus historias.

Así empieza a escuchársele que el fin de semana pasada fue al matrimonio de la prima, a un concierto, a una fiesta o estuvo con alguien muy especial, y luego lo olvida y le dice a otro que pasó un aburrido fin de semana encerrado en casa viendo televisión, o alguien que comparte de cerca con usted lo delata sin proponérselo, porque por supuesto no logra poner de acuerdo a todos en su casa o en el trabajo, para que encubran sus mentiras.

También están los que dicen al jefe que ya hicieron el trabajo, la llamada o cubrieron la meta acordada, con la idea de que lo harán de inmediato sin que descubran que lo habían olvidado, ignorando ese dicho popular: “más rápido cae un mentiroso que un cojo”, y que mejor le hubieran ido confesando la verdad acompañada de una explicación razonable.

Usualmente se aprende a mentir de pequeño y casi siempre el maestro es un adulto. Es posible que los padres le pidan al niño que, si alguien lo llama o pregunta por él, diga que no están en casa, que está de viaje o se acaba de ir, cuando aún están en casa.

Si bien un chico miente porque vive fantasías y si es muy pequeño seguramente no tiene clara la línea existente entre verdad y mentira, es preciso que los mayores actúen con cautela para no confundirlos y fomentar la tendencia a engañar; tampoco es bueno para la formación de un menor, celebrarle las mentiras, calificándolo de muy listo y divertido, todo lo que inventa.

La situación con los niños debe ser manejada con mucha atención para evitar graves problemas posteriores. Es usual que en cierto período de la infancia el niño tenga fantasías, inclusive que cree un “amigo imaginario” y ello se considera normal y no puede calificarse como mentiras; pero esa situación no puede transformarse en el hábito de decir mentiras; si es así, deberá acudir al psicólogo porque algo anda mal.

Seguramente le va a instruir para que cuando observe que ya no se trata de fantasías sino de mentiras, lo reprenda en forma adecuada, no porque la mentira es grande o pequeña, sino por mentir, así quedará notificado que es algo incorrecto.

Pero, por supuesto, asegúrese de que le está dando buen ejemplo, de lo contrario le va a generar una confusión insana, y peor aún, hará que pierda confianza en usted, cuando le dice que no debe mentir porque es malo, pero usted, que es el papá o mamá, lo hacen con frecuencia.

Antes de que este hábito llegue a transformarse en un trastorno de la personalidad y a convertirse en un verdadero “mitómano”, y de que tales comportamientos afecten en forma severa sus relaciones personales y su vida laboral y social, reflexione y piense que usted debe competir consigo mismo y no con otros, que basta con que usted trabaje para superarse cada día, que usted también tiene valores y que nada positivo le aporta aparentar lo que no es, porque en su lugar sólo encontrará  angustia, frustración y desconfianza de los demás.

Mentir es un comportamiento que afecta su credibilidad y llegará el momento en el que por más que diga la verdad, ya nadie le creerá, y recuperar la confianza es muy difícil, casi tanto como recuperar la “leche derramada”.

Y, por sobre todo, recuerde que, si bien la mentira le hace daño al destinatario de la misma, a quien más perjudica es a quien la dice, porque tarde o temprano creará un enredo del que saldrá muy mal librado.

Credito
MARTHA CRUZ ESPECIAL PARA EL NUEVO DÍA

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