La polución auditiva en las salas de espera y en transporte público

Si usted se cuenta entre quienes viajan en transporte público urbano o intermunicipal, si debe pasar largo rato en salas de espera de médicos, del aeropuerto u otras similares, es posible que haya tenido que sufrir o haya hecho padecer a otros con ese mal hábito de quienes suelen hablar por celular largo tiempo y en tono increíblemente alto.

Es un hecho que hoy cada persona tiene uno y hasta dos teléfonos celulares y qué bueno que por esa vía se optimice el tiempo muerto mientras dura la espera o un viaje, para resolver asuntos, adelantar trabajo y ponerse al día con los a amigos, pero, qué malo que ignoren que quienes les rodean tienen derecho a no ser perturbados y que la discreción es una virtud muy valiosa.

El asunto es que sin importarles que perturban a los demás y, además, que obligan a otros a escuchar conversaciones que solo le interesan a usted, se engarzan a todo volumen en diálogos de todo tipo: peleas entre parejas, instrucciones a la secretaria, a la niñera o al obrero; chismes de la familia o del vecindario, historias interminables sobre sus dolencias, infidelidades suyas o del cónyuge, negocios que se hacen y deshacen, etc., etc. Todo ello, sin tener en cuenta que la información o chismes que comparte, lo pone en evidencia y hasta podría ser utilizada en su contra, porque usted no sabe quién le está escuchando; hay quienes inclusive dejan la impresión de que quieren descrestar a quienes le escuchan. 

Semejantes comportamientos revelan un severo irrespeto hacia los demás que, muy posiblemente prefieren un momento de silencio para reposar mientras viajan o esperan su turno; para leer, pensar, dormitar o, también porque desean dialogar con su  acompañante o vecino y tienen derecho a ello, pero se ven interferidos por el cotorreo del gran número de personas que hablan por celular a todo volumen.

Para completar el concierto de voces estridentes, indeseadas y desarticuladas, con frecuencia se sufre el alto volumen del radio o TV instalados en la sala de espera o en el vehículo, con música que desespera, usualmente rancheras, vallenatos y reguetón, o, peor aún, largas jornadas de comentaristas deportivos especialmente de fútbol que parecen una gazapera, o programas de chistes pesados, ramplones y casi siempre machistas. También, exhibiendo películas que a pocos interesa. Todo ello, en general, solo complace el gusto del conductor o de quien seleccionó la emisora o el canal.

¿Por qué no pensar en promover la adopción de un código de comportamiento y cultura ciudadana que corrija esos desafueros? El asunto no es de poca monta, es que un volumen estridente y hechos de esa naturaleza crispan a muchos y distraen a otros, especialmente al conductor. En ese sentido posiblemente una de las mayores ventajas que tiene el tan discutido Transmilenio es que allí no hay radio ni TV. Y, ¿por qué no inducir a los usuarios para que cuando hablen por celular lo hagan en forma discreta, si es posible se ubiquen en un lugar donde no interfieran a otros, o al menos utilicen un volumen muy discreto de voz?

Consideración especial ameritan los conductores de taxis y buses que se distraen hablando por celular a pesar de que hay normas que lo prohíben porque distrae su atención y les expone a accidentes, así como la escucha de radio a volumen excesivamente alto, que igual altera sus nervios y le hace más propensos a accidentes.

Bien harían los directivos de las empresas de taxis, buses y busetas, no solo en fijar políticas al respecto, que seguramente muchas las tienen, sino también en vigilar con rigor que se cumplan y convocar a que los usuarios del servicio informen oportunamente sobre estos hechos, por supuesto dando la certeza de que sus quejas serán atendidas para superar el escepticismo que les hace afirmar: para qué me quejo, si no sirve de nada… los buzones de quejas y reclamos solo sirven para guardar basura y polvo. Pensemos en que a los empresarios les interesa prestar un buen servicio, no solo porque los usuarios lo merecen: también porque la competencia así lo exige. 

Credito
MARTHA CRUZ ESPECIAL PARA EL NUEVO DÍA

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