La Vega, el barrio de Ibagué bañado en aguas de unión comunal

HÉLMER PARRA – EL NUEVO DÍA
Cientos de historias giran entorno a La Vega de San Serapio como fue catalogado el sector urbanístico que colinda entre la montaña y el río Combeima, muchas de ellas se basan en la superación comunal y la convivencia con el medio ambiente.

Encajado entre dos montañas donde brilla el verde en todas sus tonalidades y bañado por el principal afluente de la ciudad, se encuentra el barrio La Vega, un hermoso lugar donde ha florecido durante 52 años la unión comunal, la seguridad y el sentir conjunto entre sus habitantes.

Para hablar del barrio La Vega de Ibagué es necesario remontarse al año 1945, donde Graciliano Acosta proveniente de Anzoategui le compró la finca La Vega a Vertulfo Arteortua por 150 mil pesos. Inmediatamente, Acosta se instaló con su esposa Eloisa Urrego de Acosta y sus tres hijos Hernando Acosta, Nicolasa Acosta y Joba Acosta de Mora para cultivar la tierra y subsistir.

Ya en los años 1953 a 1957 con la presidencia del general Gustavo Rojas Pinilla, la finca fue dividida en dos gracias a la construcción de la vía que hoy en día conduce al Cañón del Combeima; el corredor vial fue construido según los abuelos, a mano de los convictos de la época que a punta de pico y pala se abrieron paso por la espesa vegetación.

Con la muerte de Graciliano Acosta, sus tres hijos fruto del matrimonio, heredaron la tierra y la lotearon para posteriormente venderle a las familias Molano, Álvarez, Liberato, Mora, Vargas, Moreno, Céspedes, Malogón, Bohorques, Pavón, entre otras, fundadoras del barrio.

Entre los años 1964 y 1965 lo que era llamado como la vereda La Vega de San Serapio, que por cierto hasta hoy es una incógnita dicho nombre, se constituyó como barrio de Ibagué ante la Gobernación del Tolima en el mandato de Rafael Caicedo Espinosa, y desde aquel entonces se ha vuelto en un eje impulsor del comercio en la capital del departamento, gracias a su gran producción agrícola y extracción de material de arrastre para la construcción del río Combeima.

“Francamente podemos decir que lo bonito es la calidad humana que convive en nuestro barrio, aquí no se ven ladrones y el que llega a hacer fechorías la misma comunidad lo corre, este es un barrio muy sano, dejamos nuestras casas solas y gracias a Dios nunca ha pasado nada. Logré criar siete hijos sin ningún contratiempo. Ahora se ha venido poblando el sector y perdiendo la imagen del paisaje, pero no se podría decir que es algo malo”, aseguró Joba Acosta.

Actualmente, La Vega la componen más de 90 viviendas las cuales se surten de su propio acueducto instalado sobre la quebrada Lavapatas; cuenta con un polideportivo que necesita de la intervención estatal para su mejoramiento, una institución educativa que no muestra su mejor cara y una vía secundaria que exige su pavimentación. Estas necesidades por fortuna no empañan un afortunado entorno ambiental lleno de tranquilidad y prosperidad, que le han permitido a familias completas durante generaciones salir adelante y contribuir con el desarrollo de la ciudad.

“Llegué a este barrio hace 54 años, adquirí un lote aquí gracias a la política y a mi papá que rodeó a Alberto Santofimio, él gestionó y me facilitaron un lote valdío en el sector de la invasión, a mí no me gustó ese lote y lo vendí, en ese entonces me dieron 10 mil pesos por él, con esa plata le compré al hermano de la señora Jobita lo que actualmente es mi casa. Aquí he sacado a mis hijos adelante y ya soy abuela”, dijo Blanca Verenice Amórtegui, habitante del sector y presidenta de la JAC entre los años 1986-1988 y 1989-1991.

Amórtegui agregó: “Necesitamos que haya entidades que le ayuden a los jóvenes a salir adelante porque aquí hay mucho muchacho que en verdad necesita, pero que el Gobierno no les ayuda. Además solicitamos que los visitantes tengan más cultura, pues para ellos se les hace muy fácil tirar los papeles cuando transcurren por la vía y dejan el basurero, eso es los fines de semana”.

Para muchos ibaguereños el hecho de convivir con el río Combeima tan cerca genera temor, pero gracias a él los habitantes han tenido un sustento, y tal como ellos lo exponen, con el pasar de los años han conocido muy bien el afluente como un actor más de su entorno, tanto así que dicen identificar cuando habrá una creciente, pues según ellos, “el río avisa”.

“Aquí cada nada vienen los bomberos a decirnos que hay creciente y que tenemos que desalojar, nosotros decimos no, esperemos, ellos se molestan, pero el río nos avisa cuando hay que evacuar, cuando va a crecer; ya hemos aprendido a conocer nuestro entorno. Cuando va a haber creciente la brisa sacude la montaña y los arboles se hamacan al lado contrario del río, ahí sabemos que habrá creciente, ahí decidimos desalojar o estar alertas”, sostuvo Amórtegui.

 

Su economía

Quizá la primer fuente de ingresos en el barrio es la extracción de material de arrastre del río Combeima, este ejercicio que está dividido en cuatro funciones: extracción, selección, comercialización y distribución, mueve cerca del 80% del personal residente del sector, donde incluso familias enteras han pasado durante generaciones en dicha labor.

Otro modelo de negocio generador de empleo es la comercialización de productos agrícolas como frutas, café, huevos, carne, pescado, leche y tubérculos. Asimismo, el comercio gastronómico ha aumentado significativamente los fines de semana.

 

La Unión del Barrio

En fechas especiales como la Navidad, todo gira a la unión comunal con las novenas de aguinaldos. Cientos de niños se dirigen a las casas para rezar y por qué no, compartir un ‘bocadillo’. Además la misma JAC en cabeza del actual presidente, Guillermo García y los principales líderes, tratan de buscar un pequeño detalle para los menores que alimente el sentido de pertenencia y convivencia.

Credito
EL NUEVO DÍA

Comentarios