En Puerto Saldaña renacieron de sus cenizas a través de memorias para la paz

SUMINISTRADA / MANUELA BOLÍVAR  – EL NUEVO DÍA
Un nuevo paso en el camino emprendieron, cuando en consenso, la población decidió reconstruir sus tejidos comunicativos desde el arte y la cultura.

El impacto de una guerra vivida de manera distinta por varias familias del mismo corregimiento, Puerto Saldaña, ubicado al suroccidente del Tolima, pareciera un tema que, como se vivió hasta hace poco tiempo en sus calles, era imposible de mencionar, reflexionar y recordar.

No obstante, luego del retorno de uno de sus hijos, quien tenía un propósito académico, un primer y significativo paso dio esta comunidad que desde el año 2000 pareciera que se hubiera detenido en el tiempo. 

Fue así como una tesis audiovisual representada en un cortometraje documental, ‘Retornando al pueblo’, fue pieza clave para que la memoria de todo un pueblo fuese retomada y reconstruida con la certeza de no quedarse sumergida en el dolor, sino cerrar un ciclo, apoderarse de la resiliencia y enfocar a las nuevas generaciones en un futuro prometedor.

Las confesiones, reflexiones y anécdotas de los pocos sobrevivientes de las últimas tomas guerrilleras fueron recopiladas de la manera más respetuosa por un grupo de estudiantes de Comunicación Social - Periodismo de la Universidad del Tolima, quienes por tres años adelantaron la investigación y dieron como resultado esta pieza cinematográfica que fue valorada por los habitantes que aún permanecen en la región, y la vieron como un producto tangible, sincero y poderoso ante las tantas visitas que nada más usurpaban los sentimientos en historias pasajeras.

Convencer a una población que mantiene vivos los recuerdos con apasionado respeto fue un proceso que nada más se logró bajo el profundo deseo de Luan Florentino Mendoza, un joven exiliado que como bien aseguró uno los fundadores de Puerto Saldaña, está bien irse cuando regresan para aportar a la recuperación de la memoria de su pueblo.

‘Desaprender’ para conocerse

Fue desde las mismas aulas de la Universidad del Tolima que la población  se vio como un ejemplo para el país luego de permitirse narrar a sí misma como una tierra próspera y con oportunidades aún cuando el conflicto armado y sus vigentes huellas permanecieran.

Los estudiantes regresaron al territorio y una vez conocida gran parte de su memoria, determinaron que era importante restablecer los lazos comunicativos que se habían roto con la ausencia de más de la mitad de sus habitantes, transformado entre quienes permanecen allí, y construido en las nuevas generaciones que habían crecido en medio de un lenguaje de guerra.

Más allá de un compromiso, fue la responsabilidad y el sentido de pertenencia no solo de aquel buen hijo que había regresado, sino de otros estudiantes, entre ellas Luisa Lozano y Camila Barragán, quienes junto a una buena parte de la comunidad universitaria se convirtieron en otros pobladores más de Puerto Saldaña.

Un nuevo paso en el camino se emprendió cuando en consenso con la población decidieron reconstruir sus tejidos desde el arte y la cultura. Un primer Festival Folclórico de memorias y paz se cumplió durante tres días, y de aquel suceso, hoy la historia de aquella población es distinta.

 

Hacia adelante

De esta manera, con confianza podría afirmarse que como el fénix, de las cenizas es posible renacer. Actualmente en Puerto Saldaña continúan procesos culturales, sociales y deportivos a cargo de colectivos conformados desde entonces y otros que siguen fortaleciéndose y recibiendo a todos aquellos que deciden retornar.

Por esa razón, contemplan la posibilidad de participar en el Festival Folclórico Colombiano para las festividades de junio en Ibagué, y representar la historia y reivindicación de su pueblo no solo ante el Tolima sino al mundo entero.

El Festival: Un cierre de ciclo. Pasar la página

Una programación pensada por sus habitantes, y llevada a cabo en compañía con estudiantes y docentes de la UT, Asmupuerto, además del apoyo de la Mesa de Víctimas, la Alcaldía de Rioblanco, la Junta de Acción Comunal del corregimiento y otros invitados, despertó durante tres días el sentido de pertenencia.

Jóvenes de programas como Sociología, Medicina, Veterinaria, Derecho, Comunicación Social, entre otros, adelantaron la logística de la programación, que se tomó las calles del corregimiento con el propósito de alegrar la vida de sus habitantes.
Así las cosas, dentro de las actividades se cumplió un encuentro de la Mesa de víctimas, la proyección del documental ‘Retornando al Puerto’, una puesta de faroles por la paz, la siembra de decenas de árboles y una serie de muestras folclóricas, religiosas, entre otras que en primera instancia desdibujaron los complejos imaginarios instaurados, y generaron una nueva lectura de su idiosincrasia.

Cabe resaltar que en épocas de prosperidad, Puerto Saldaña era reconocido por su riqueza agrícola y en especial por su alta producción de aguacate, que le merecía celebrar un festival campesino en torno a su fruta insignia.

Sin embargo, debido a las diversas prácticas religiosas y políticas del corregimiento muchas tradiciones ya no prevalecían en el imaginario colectivo y tuvo que ser casi desde cero que el proyecto se efectuó. 

El voz a voz, el encuentro, el consenso y la participación fueron metodologías que encaminaron la recuperación de la comunicación. Además, las artes abrieron esa ventana a otros universos de los que muchos niños, niñas, jóvenes y adolescentes conocieron y tomaron nuevas decisiones con respecto a su futuro.

Encontrarse con que la realidad que viven no puede ser la única, dejó en ellos la semilla para continuar procesos, emprender nuevas ideas y ejecutar transformaciones para su comunidad. De esta manera en Puerto Saldaña se habla de cine, de danzas folclóricas, se vive la música y se proyecta bajo tres apuestas: convertirse en un lugar turístico, cultural y agrícola.

Un terruño en el sur del departamento que también construye país. Una Colombia narrada ya no desde la tristeza sino desde la alegría, el perdón y el retorno. 

Quizá el brillo en los ojos de aquellos adultos y la imborrable sonrisa de los niños que disfrutaron interpretar instrumentos nuevos, conocer y bailar danzas tradicionales, sembrar un árbol en donde antes caían escombros y encender luces de esperanza, confirmó que se había logrado con uno de los más grandes propósitos.

Credito
ALEJANDRA CAVIEDES

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