William Hernández García recuerda que a principios del siglo pasado sus abuelos, quienes llegaron desde Boyacá y se asentaron en Líbano y Murillo, hicieron lo mismo, pero en esa ocasión, para cambiar lo que cultivaban.

“Salían desde la finca Las Novillas (Murillo) y tardaban dos días en llegar a ese playón donde quedaba Armero. El primer día llegaban con los bueyes y mulas a un punto conocido como Tarataca, y al amanecer partían hacia San Lorenzo (Armero).

“Bajaban a hacer trueques, llevaban papa, cebolla larga y cabezona y la cambiaban por telas, cobijas y sal. Con esta actividad realizada, me acordé de esos tiempos.

“Mi abuelo Esteban Hernández era de Vélez y mi abuela de Chiquinquirá, toda la vida hemos vivido de cultivar este tubérculo. Para los campesinos sería importante que esto se realizara cada mes, pues es más fácil bajar y que no se quede la papa allá arriba en Murillo”, cuenta William Hernández, quien a sus 62 años y con problemas de visión, recuerda a los arrieros que desde Boyacá llegaron a colonizar Líbano y Murillo para trabajar la tierra.