Entre llanto y verdades, las víctimas de La Chinita sí perdonaron

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En una obra de teatro las víctimas de la masacre de 1994 representaron la petición del perdón que querían de las Farc. A ‘Iván Márquez’ no le alcanzaron las palabras para pedir el perdón que se esperaba

“Yo estaba en ese momento bailando un disco que me gustaba mucho que era el disco ‘Con la punta’el palo’, entonces fue cuando escuché ‘pra pra’. Y ahí salí corriendo a buscar a mi hija, me enredé en un alambre, llegué a mi vivienda y estaba llena de gente. De ahí salí p’a afuera, miré pa’l frente y tenían al marido de mi prima ahí. Cogieron a la prima mía, la golpearon porque ella pedía que no mataran a su compañero”.

Ese es el relato de Amada Cristina Díaz, una mujer pequeña de voz dulce que tiene el pelo más blanco que negro, y que lleva sin problema las huellas que le han dejado los años y unos ojos profundos de los que no tiene reservas en dejar salir las lágrimas.

“La gente tenía miedo de salir, porque pensaba que todavía estaban afuera. Pero después salí, busqué a mi hija. Y ellos ya estaban muy lejos. Ya yo cogí hamacas, una para llevar al marido de la prima mía al hospital y terminó de fallecer allá”.

Amada Cristina decidió ir aquel 23 de enero, de 1994, a un bazar que había organizado la comunidad de La Chinita para recaudar fondos y comprar los útiles escolares de los niños. Sin saber que a esa fiesta llegarían miembros de las Farc y acabarían con la vida de 35 personas.

Ahora, 22 años después de aquella horrible noche, cuenta su historia mientras espera a que salgan los hombres que llevan los alias ‘Iván Márquez’, ‘Pastor Alape’, ‘Isaías Trujillo’ y ‘Benkos Biohó’. Ellos, los comandantes de las Farc, están hablando con las víctimas que perdieron familiares directos, mientras que el resto de la comunidad los espera, para que pidan perdón públicamente.

“De ahí quedé con mucho miedo. Apenas llegaban la 5 de la tarde yo salía, arreglaba mi ropa y me iba a otra parte, porque me agarraban los nervios. Desde esa masacre para acá, he quedado como sicosiada. No puedo pasar donde hay una fiesta, no puedo oír bulla, y ahora, porque estoy yendo a una iglesia, pido mucho a Dios para que me quite esas cosas y oro por la paz”.

La reunión entre los representantes de las víctimas y las Farc se da en el salón del colegio San Pedro Claver a puerta cerrada. Ahí, se preparó la cancha de fútbol para el evento: hay una tarima para los medios, muchas sillas plásticas, un atril y los asistentes tienen camisas que en la parte de atrás dicen ‘Las víctimas sí perdonamos’ y delante tienen los nombres de las 35 personas asesinadas.

Así como Amada Cristina, Farid Córdoba Valencia está esperando. Las dos tienen una cosa en común y es que son parte del grupo de fundadores del barrio ‘La Chinita’.

“El barrio empezó el 8 de febrero del 1992. Cuando empezamos le decíamos ‘La Invasión’, porque eso era. En ese entonces, cuando la masacre, le decíamos todavía ‘La Invasión’ a sabiendas de que se llamaba La Chinita, porque estos predios eran de la finca que colinda que se llama así, sino que aquí sembraban arroz”, dice.

Allí llegaron, según cuenta, en parte porque era un proyecto de los desmovilizados del EPL, ‘Esperanza, Paz y Libertad’, y en parte porque no había vivienda y ellos, dedicados al cultivo de banano, necesitaban ubicarse en algún lugar.

Ella, una mujer negra, de ojos grandes y expresividad notable, lleva un turbante y su camisa blanca con el nombre de Mariana Torres Rentería, la única mujer de las 35 personas muertas. Según cuenta, la orden de las Farc era no matar mujeres, pero Mariana se aferró a su esposo y, como no quiso ceder, los mataron a los dos.

Córdoba no perdió a ningún familiar en la masacre de 1997, pero las Farc sí se llevaron a su hermano, de 14 años. Alias ‘Karina’, tiempo después, le pidió perdón, así que para ella, tener al frente a sus victimarios no es nuevo.

“En el momento uno siente ira, rabia, impotencia, furia; quería tenerla al frente y acabarla -dice moviendo las manos y apretándolas fuerte-, así como ella acabo a mi ser querido. Pero cuando uno lo tiene al frente, como que el Señor le pone a uno otras expectativas; así me pasó a mí. Ella (Karina) me pidió perdón, le dije que sí. Y le dije que podía perdonar, pero no olvidar”.

“Yo estaba ahí”

Los comandantes de las Farc salieron y se sentaron al lado izquierdo, las víctimas que se reunieron con ellos se sentaron en el centro. Al lado derecho había un atril desde donde se contó historias dolorosas.

Antes de escuchar las palabras de las dos partes, hubo música, como para remarcar que Colombia es un país que no pierde con nada su alegría. Y después una obra de teatro, que hizo llorar a casi todos. Creativa, sentida y apasionada, en la que se les dijo a las Farc la verdad y en la que los señalaron diciéndoles que tienen que arrepentirse por todo el dolor que les hicieron pasar.

La obra, en que participaron tres actrices, el actor Julio Correal y una de las víctimas de la masacre, fue montada luego de recoger los testimonios de los habitantes de La Chinita.

-“Ellos creían que eran desmovilizados del EPL, pero no era así; mi papá, por ejemplo, no perteneció a algún grupo, ni siquiera fue militar”.

-“Creo que eso pasó porque esa tarde nos habíamos reunido con Aníbal Palacio, desmovilizado del EPL, entonces él quería lanzarse al Congreso y nosotros lo apoyábamos. Las Farc estaban en contra de los ‘desesperanzados’ como llamaban a los que nos apoyaban. Pero esa noche las personas que estaban ahí, eran gente del común”.

-“Ya me había despertado porque había escuchado los gritos, entonces me levanté, fui allá y estaba bañado de sangre. Empecé a llamar a mi hijo y me respondió. Lo cargué, lo llevé corriendo al hospital, le hablaba y me respondía, pero cuando llegamos tenía la carita verde e hinchada, y el médico me dijo: ‘Su hijo se va a morir’ y se murió”.

De repente, en el público apareció Correal interpretando a las Farc y pidiendo perdón. Mientras, las actrices le repetían que mató gente, padres, hermanos e hijos y le preguntaban qué ocurrió esa noche. Entre los habitantes de La Chinita había quienes lloraban detrás de quienes estaban de pie tratando de ver.

- Era un bazar para recolectar fondos -decía el actor.

- ¿Fondos para qué? -preguntaban ellas.

- Un bazar para recolectar fondos.

- ¿Fondos para qué? -volvía a preguntar mirándolo a los ojos y hablándole fuerte.

- Para útiles escolares.

- ¿Entonces ustedes por qué vinieron?

- Porque nos habían dicho que ahí iban a estar nuestros enemigos.

Iván Márquez, Pastor Alape y los demás guerrilleros se veían incómodos e intentando guardar su postura seria, sin transmitir mayor emoción.

De repente, sin contemplarlo ni tenerlo previsto, se metió a la obra una víctima real: Maritza Sánchez Blandón, y le habló a Correal, quien interpretaba a los guerrilleros, llorando, casi gritando, hasta que por la fuerte emoción, se desmayó.

“Yo estaba ahí. Yo estaba ahí y bailaba un disco con el tío de Caterine Ibargüen, y cuando sentí atrás a un hombre le dije: ‘Emilson, este hombre me huele a sarna’. Y dijo: ‘Ya empezaste con tus cuentos’ y empieza la balacera -decía moviendo las manos y llorando con rabia-. Yo estaba ahí, y nadie me escuchaba”.

A Maritza se la llevaron, mientras que los actores continuaron con su obra y el actor pedía perdón por haberles quitado la esperanza y los sueños, pero quienes interpretaban a las víctimas concluyeron que no les había quitado nada de eso pues: “Los sueños pueden más que los recuerdos”.

“LOS MUERTOS DE LA CHINITA, SON NUESTROS MUERTOS”

Después de la obra con que se representó el perdón que querían que pidieran las Farc y de escuchar a algunas víctimas que pidieron verdad, trabajo del Gobierno en la zona y reparación económica a cargo de las Farc, ‘Iván Márquez’ pasó al atril y empezó su discurso, que tenía en un par de hojas.

“Hemos venido con el corazón fungido para pedirles perdón con humildad, por todo el dolor que hayamos podido ocasionar. (...) Jamás debió ocurrir lo que sucedió en esa noche. Nunca el mando de las Farc ordenó tal atrocidad, pero aquí estamos para responder como colectivo, como organización (...)”, dijo leyendo sus hojas, sin mayor expresión.

“Nos duele en el alma recordar a tanta gente buena que partió sin poder materializar sus sueños. Los muertos de ‘La Chinita’ son también nuestros muertos, porque así los sentimos”, agregó el jefe guerrillero, a quien no le alcanzaron las palabras para pedir el perdón con la emoción que se esperaba.

Su discurso y petición no movió tanto a la gente como la obra ‘Los sueños pueden más que los recuerdos’. Para él no hubo lágrimas, solo miradas.

Aun así, las víctimas ya habían tomado la decisión de cambiar el nombre a ‘La calle de la masacre’, por el de ‘La calle de la esperanza’ y de permitir la construcción de un parque que recuerde lo ocurrido, para que nunca se repita.

En consecuencia, Silvia Berrocal, quien perdió a su hijo en la masacre, abrazó a Márquez y le dijo con determinación: ‘Las víctimas de La Chinita sí perdonamos’.

Credito
COLPRENSA

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