Las lecciones del caso Matador

title
A partir de las amenazas al caricaturista, la constitucionalista Catalina Botero y el semiólogo Armando Silva analizaron lo que está pasando con el uso del lenguaje en época electoral.

SEMANA: En esta campaña la polarización se trasladó al lenguaje ciudadano. ¿Cómo explicar este fenómeno?

CATALINA BOTERO: Ni la polarización ni el lenguaje violento para referirse a la política son fenómenos nuevos en el país. Las agresiones han sido promovidas tradicionalmente para movilizar emociones, que, sobre todo, son negativas (miedo, odio, rechazo), y para manipular audiencias alrededor de ellas. Lo nuevo es el medio a través del cual se canalizan esas emociones. Las redes sociales les dan una mayor rapidez a ese tipo de mensajes y maximizan la crispación.

ARMANDO SILVA: Las agresiones entre los candidatos, las campañas y en las redes tienen que ver con el miedo. Hay dos muy fuertes que han sido usados como propuesta de campaña. El primero es que si gana Petro, nos vamos a volver como Venezuela; y el segundo es que si gana Duque, van a volver trizas la paz. No hay conciencia del uso del lenguaje cuando hablamos de política. El lenguaje crea distancia y arropa; por eso, en la medida en que se pierde el buen uso de este, se llega a lo soez, después a la agresión y de ahí a la amenaza. Al no acudir al buen uso del lenguaje para proteger el discurso, empobrecemos la campaña.

SEMANA: ¿Esa crispación proviene de las estrategias y el lenguaje de los políticos o ellos la recogen a partir de lo que piensa y siente la ciudadanía?

C.B.: Entre los ciudadanos hay temores de diferentes tipos. Así, por ejemplo, están quienes les temen a los que impedirían el matrimonio gay y están los que rechazan la igualdad con la población Lgbt. Las estrategias políticas identifican las frustraciones y miedos que, como los de este ejemplo, tienen diferentes audiencias para llegarles con mensajes que maximizan emociones negativas y luego las traducen en apoyo a determinado candidato. Esas son las audiencias que identificó Cambridge Analytica en campañas como la de Trump y el Brexit.

SEMANA: ¿Qué opina de la tesis que esboza el politólogo Francisco Gutiérrez, de que Uribe rompió con un pacto tácito de civilidad que había entre las élites?

A.S.: Sin defender a Uribe, no estoy de acuerdo con que muchos columnistas se descarguen con furia contra él, porque una persona que milita en el Centro Democrático y tiene una foto con él tuvo un impulso criminal y amenazó a Matador. Lo que hace que Matador culpe al Centro Democrático, haciendo equivalente el acto criminal de un sujeto con un partido. Al atacar a un colectivo en vez de al individuo, aumenta la crispación. Esto es una alerta más de cómo debemos medir con regla las palabras en un ambiente ávido de confrontación.

C.B.: La responsabilidad individual del agresor y la de la sociedad no queda diluida por lo que dice el líder, nosotros tenemos que reflexionar sobre lo que hacemos y construimos con el lenguaje. Pero el líder sí tiene una responsabilidad especial que reconoce el derecho internacional de los derechos humanos en tanto genera imaginarios y tiene un impacto particular en las audiencias.

A.S.: No comparto la tesis de que Uribe marcó una ruptura en el lenguaje político. Yo creo que la belicosidad del lenguaje es consecuencia del narcotráfico, la guerrilla y los paras. Achacarle todo al expresidente Uribe es sobredimensionar su liderazgo. Uribe representa una función patriarcal en Colombia y muchos lo consideran la única causa de todos los males, como si quisieran agredir al padre para ocupar su lugar. Además, el lenguaje es producto de un proceso social, no de una persona.

C.B.: La tradición de civilidad en el lenguaje no ha sido permanente. Desacreditar a los otros ha sido habitual en algunas etapas. En el gobierno de Turbay, por ejemplo, se usó el discurso político para generar estigmatización, lo cual aumentó los riesgos de líderes sociales y la oposición. De hecho, en momentos posteriores la Corte Interamericana de Derechos Humanos hizo pronunciamientos sobre la relación entre el lenguaje político y la violencia. En el caso del asesinato de Manuel Cepeda en 1994, la Corte demostró que un ambiente de estigmatización contra personas que hacían parte del Partido Comunista generó el contexto en el que fue posible el homicidio. En otros países, la corte también se ha referido a este tema. En el caso de Venezuela, por ejemplo, ha condenado tres veces a los gobiernos Chavez-Maduro por usar un lenguaje estigmatizador contra los periodistas.

SEMANA: El uso del lenguaje político del expresidente Uribe siempre genera controversia. ¿Qué opina?

C.B.: El discurso de Uribe es más polarizador que el de otros líderes políticos. Es un discurso muchas veces dirigido contra periodistas críticos (Hollman Morris, Daniel Samper, Daniel Coronell), a quienes acusa de ‘enmermelados’ o calumniadores. También contra jueces, magistrados y opositores. Existe una sentencia de la Corte Constitucional que en 2006 le pidió a la campaña uribista sacar del aire una cuña que estigmatizaba a la UP, con el argumento de que la estigmatización aumenta los riesgos de violencia. Ese análisis también se soportó en normas del derecho internacional que establecen que los funcionarios tienen una obligación mayor de no estigmatizar a sectores como los periodistas, jueces o defensores de derechos humanos.

SEMANA: Las amenazas contra Matador no provinieron de un líder político, sino de un ciudadano ideologizado. ¿Qué hacer con la agresividad en el lenguaje político ciudadano?

C.B.: Los fanáticos siempre han existido. La diferencia es que antes las agresiones eran cara a cara y ahora pueden hacer oír su voz en las redes. La violencia verbal tenía un alcance limitado, mientras que ahora se magnifica vía Facebook y Twitter.

SEMANA: En el caso de los políticos es muy común que vía tutela tengan que rectificar. Sin embargo, algunos reinciden en la estigmatización. ¿Qué hacer?

C.B.: Los mecanismos legales que existen para controlar la calumnia y la estigmatización son suficientes. Además, legislar sobre el lenguaje es profundamente peligroso porque ¿Quién legisla?: el poder.

SEMANA: ¿Qué lecciones adicionales le ven al ‘Caso Matador’?

C.B.: La decisión de Matador de no seguir exponiéndose en redes se debe a que la amenaza en su contra no fue cualquier cosa. Esta evocó a Carlos Castaño, quien mató a mucha gente en este país. Creo que la Fiscalía debe actuar rápidamente y tipificar de mejor manera el delito de amenaza. La definición de este delito no ha servido para avanzar en los casos de intimidaciones contra periodistas. Tan solo en 2017 se reportaron 129 amenazas. Otra lección tiene que ver con que los castigos a quienes intimidan no deben ser exclusivamente penales, sino también civiles. Así el Centro Democrático haya expulsado al hombre que amenazó a Matador en Twitter, el caricaturista debería poder interponer una acción civil para que repare los perjuicios que la amenaza les causó a él y a la sociedad.

Ojalá este caso sirva para que los líderes políticos de todas las tendencias entiendan su responsabilidad en el discurso y sus obligaciones de contención en el uso del lenguaje. Por ahora, algo positivo, fue que la reacción social de apoyo a Matador se viralizó con la etiqueta #SpamDeCaricaturasDeMatador; fue impresionante. Solo la sociedad puede frenar esos impulsos violentos.

A.S.: Que la principal lucha es conseguir la serenidad, y en esto los medios y la academia podemos y tenemos que contribuir mucho.

Credito
EL NUEVO DÍA

Comentarios