No depredar

Columnista Invitado

La tierra nos está alertando. Y la economía también lo siente.
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Una autoimpuesta vocación económica con una alta dependencia a la explotación de hidrocarburos, hace que la economía local se resienta ante las fluctuaciones del dólar y de los precios del petróleo, en un escenario de alarmante devaluación del peso y una guerra internacional de precios del petróleo. A ello se le suma ahora las inevitables consecuencias económicas que sobre las familias y las empresas tendrá el aislamiento obligatorio por la propagación del Covid-19. Estas son alertas claras para repensar desde las políticas nacionales y locales, la orientación productiva de la economía nacional.

Ahora bien, volviendo a la vocación primaria, la vocación agrícola, existen grandes oportunidades que valen la pena explorar y que abren una posibilidad real de sustitución de la producción de hidrocarburos y la explotación minera a gran escala. El país debe potenciar su capacidad para autoabastecerse de alimentos y de energías alternativas, y por qué no, de abastecer a otros países de la región y del mundo. En este sentido, nuevas dinámicas de producción pueden fortalecer económicamente al país, mediante la creación de empleos en el sector agropecuario y agroindustrial, y el mejoramiento de las condiciones laborales y socioeconómicas del campo, al mismo tiempo que permitirían conservar el ambiente, particularmente las fuentes hídricas, que por demás está decir, abastecen el consumo humano y la producción.

No es un secreto que la dependencia económica del petróleo y de la explotación minera nos hace una economía frágil; además de acabar con el recurso hídrico necesario para la subsistencia y de los impactos sociales que genera en el entorno de la explotación. Este es un llamado a pensar en las posibilidades de una vida digna que le dejamos a las futuras generaciones.

En estos momentos de crisis generalizada, cuando debemos mirar hacia adentro en todos los sentidos, la protección del ambiente resulta un eje fundamental de cualquier política en materia económica, sin descontar que Colombia tiene un potencial importante para contribuir con el avance científico, que parte de su biodiversidad.

Pero se requieren políticas más concretas y contundentes en materia de ciencia y tecnología, de desarrollo rural y de educación, y con ello más recursos y esfuerzos que redunden en bienestar para la población, que permitan forjar ciudades más sostenibles y resilientes, capaces de afrontar crisis con respuestas rápidas y acertadas y que a su vez cobren los menores costos sociales.

MARÍA JOSÉ PÉREZ HOYOS

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