Anaime-Chilí

Hugo Rincón González

Ahora que nos preocupamos por las catástrofes que suceden alrededor del cambio climático: sequías, gravísimos incendios forestales, aumento de las áreas desérticas, disminución severa del recurso hídrico en temporadas de menos lluvia para decir algunas, vale la pena resaltar la importante estrategia de constituir áreas protegidas para salvaguardar ecosistemas que son estratégicos para la vida de los territorios.
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Una de esas áreas protegidas que tuve la oportunidad de visitar en estos días es el Parque Natural Regional de Anaime-Chilí, declarado como tal por el Consejo Directivo de Cortolima en diciembre de 2017. Este espacio geográfico es fundamental para los municipios de Cajamarca, Ibagué, Roncesvalles y Rovira. Son 12.946 hectáreas que deben ser priorizadas para la conservación, investigación y promoción de los bienes y servicios ambientales, especialmente el recurso hídrico de la cuenca del río Coello.

El Parque Natural Regional de Anaime-Chilí cuenta con un plan de manejo ambiental y unos instrumentos financieros que le permitirá tener una base de recursos económicos con los cuales empezar a conservarlo y preservarlo de amenazas asociadas a la minería a cielo abierto, sistemas productivos no sostenibles de alta montaña como lo ganadería extensiva y por supuesto el cambio climático.

Anaime, es un corregimiento de Cajamarca, ubicado a menos de 35 kilómetros de Ibagué, realmente es muy cerca y fácil llegar allí. Con la firma de los acuerdos de paz entre el Gobierno y las Farc, se ha convertido en un territorio tranquilo que ofrece las condiciones de seguridad para que los tolimenses lo conozcan. Atrás parecen haber quedado los momentos aciagos que generó el conflicto. En esa época primaba la autoridad del frente 21 de las Farc, que según refieren sus pobladores era autoridad judicial y ambiental del corregimiento y del páramo. Hoy con el nuevo momento, están dadas las condiciones para que esta riqueza natural fortalezca una alternativa de desarrollo sostenible que beneficie a sus comunidades.

Anaime es una de las entradas al Parque Natural Regional. Ascendiendo por una carretera que aunque destapada, se encuentra en buen estado, se puede observar un paisaje maravilloso especialmente por la palma de cera que se aprecia en una buena cantidad. Muchos turistas van a apreciar estas palmas a Salento en el Quindío, cuando las tenemos aquí cerca de nuestra capital.

Llegando al páramo hay que destacar la presencia de la Corporación Semillas de Agua, una ONG que en unión con Cortolima en 2010, desarrolló el estudio social y ambiental para los humedales de alta montaña en la cuenca del río Coello, un trabajo que permitió la caracterización biológica y socio-económica de este ecosistema y definió que el mismo tiene un alto valor ambiental y social que amerita su protección permanente.

El páramo en la actualidad, resiente de una manera evidente la temporada seca que vivimos. Cuando lo caminábamos con un sol fuertísimo y un azul intenso en el cielo, entendimos mucho más el concepto de fábrica de agua que tienen. A pesar de que no encontramos la humedad habitual de otras épocas, se mantiene un escurrimiento de las turbas, los frailejones y otras plantas que garantizan la conservación del recurso hídrico.

Anaime-Chilí es un paraíso con sus lagunas, su diversidad de aves de colores, su vegetación, su fauna natural como el oso de anteojos, cuzumbos y perros de monte entre otros. Es una fábrica de agua para más de 600 mil tolimenses. Es un territorio para la investigación en botánica, mamíferos y también en lo relacionado con la vulnerabilidad al cambio climático, por ello hay que implementar seriamente su plan de manejo ambiental a través de una convergencia de esfuerzos entre Cortolima, las entidades territoriales, el Ministerio de Ambiente, la cooperación internacional, las ONGs y especialmente las comunidades.

Visitando el Parque Natural Regional entiende uno la vehemencia de las comunidades del territorio de defender el páramo con su oferta natural, porque como ellas mismas dicen, en tiempos de cambio climático, eso definirá la diferencia entre la catástrofe y la vida querida y bella, donde conservemos el agua para todos.

HUGO RINCÓN GONZÁLEZ

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