La revolución de Evo Morales

Cuando Evo Morales llegó al poder muchos profetizaron el desastre total de Bolivia.

Morales era, se decía, un pobre indio sin formación, incapaz de dirigir el Estado. No había ido a Harvard, no hablaba inglés (como Sánchez de Lozada), pertenecía a la más pura entraña popular y, para completar, era seguidor de Hugo Chávez y los hermanos Castro. Bolivia se profundizaría en los mismísimos infiernos.

El 1 de mayo de 2006, Evo dio un paso arriesgado y audaz. Comenzó un proceso de nacionalización de los hidrocarburos y ello le ha permitido hacer caja y aumentar el gasto público. Las nacionalizaciones y el indigenismo han sido las claves de su gobierno. Ambas muy explicables. Más del 40 por ciento de la población es indígena e históricamente había estado excluida de la política, la vida social y la economía bolivianas. Por otra parte, las principales riquezas energéticas (principalmente de gas) estaban en manos extranjeras y casi no había inversión social.

El próximo 12 de octubre habrá elecciones y Evo se perfila como ganador. Las encuestas le otorgan 39 puntos de ventaja sobre su más inmediato rival, el empresario Samuel Doria Medina. Uno se pregunta qué ha hecho Morales desde 2005, y las respuestas explican por qué será reelegido. En ese año, el PIB boliviano era de 9.500 millones de dólares. En 2014 será de 36 mil millones. Ha reducido la tasa de extrema pobreza del 34 al 18 por ciento. La deuda externa representa el 17 por ciento del PIB, frente al 52 por ciento de antes. Las reservas son de 15 mil millones de dólares, proporcionalmente mayores que las de China. Este año la economía crecerá un 5.7 por ciento, y en 2013 creció 6.8 por ciento, la mayor tasa en 38 años. Bolivia dejó de ser el país más pobre de América.

La cuestión es que no está claro qué tan sostenibles y eficientes son estas políticas estatistas. De momento han servido para darle estabilidad al país y devolverle la dignidad como pueblo. De ahí su éxito. Ahora bien, la cuestión es que las tendencias energéticas globales marchan en sentido opuesto. México, por ejemplo, ha emprendido la reforma de Pemex y se ha convertido en un polo de atracción para los inversionistas de toda parte del mundo. Estados Unidos, que como se sabe tiene una política energética diametralmente opuesta a la boliviana, a la brasilera y a la venezolana, en los últimos cuatro años ha hecho una auténtica revolución con el “shale” y va camino de convertirse en el principal exportador mundial de petróleo, por encima de Arabia Saudí, gracias al fracking. Algo absolutamente impensable hace unos pocos años.

¿Qué pasaría, entonces, si los precios del gas y del petróleo llegasen a caer? Los gobiernos que dependen de los hidrocarburos (entre ellos Colombia), tendrían tensiones sociales muy fuertes. Introducir subsidios es fácil, pero suprimirlos muy difícil. Evo estará en el poder hasta 2020 - si es que no hace aprobar la reelección indefinida – y necesitará hacer una segunda revolución, para mantener los logros: la de atraer inversión extranjera para disponer de recursos y obtener nuevas tecnologías en la exploración y la explotación. Miren qué paradoja ¿Se atreverá Evo a hacer esa segunda revolución? Esto nos mostrará qué tan ortodoxo es su Movimiento al Socialismo.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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