Sobre el alma tolimense

Alberto Bejarano Ávila

En anterior artículo señalé que la única estrategia válida para vencer el atraso del Tolima es la reconstrucción moral, identitaria, espiritual, ideológica y política, o igual, rehacer el alma tolimense y claro, esta opinión a algunos les parecerá romántica, ingenua, abstracta o tonta, y no porque lo sea, sino porque su ciego apego al pragmatismo desarrollista, que nunca dio buen resultado, les impide entender que existe un enfoque regionalista del desarrollo capaz de generar grandes hechos económicos y oportunidades para todos. Mientras la ortodoxia paralizante sea el alma del Tolima, la mediocridad seguirá siendo nuestro estigma.
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En razón a que por décadas con palabras nos han engañado y de desarrollo nada vemos, la gente, con plena razón, espera hechos y no palabras y ello sumado a mi torpeza pedagógica dificulta argüir que, para hallar la vía del verdadero desarrollo, necesitamos rehacer el alma tolimense. Por suerte en boca ajena hoy puedo sustentar tan hondo tema, pues en un texto Facundo Cabral cita de “El Principito” esta frase: “Lo esencial es invisible a los ojos” y, luego, menciona que “a Pasteur le dijeron: Usted siempre habla del alma y hemos abierto cien mil cadáveres y nunca encontramos ni rastros del alma. Y Pasteur dijo: Cuando muera vuestra madre pártanla en mil pedazos y traten de encontrar el amor que ella tuvo por ustedes”. 

Sin duda millones de personas debemos aceptar que el carácter, la tenacidad, el sentido de responsabilidad, la voluntad, la solidaridad y otros atributos y, por qué no, también algunos defectos, los debamos a ese incondicional amor de madre que no vemos. Pues bien, la otra cara de la moneda igual enseña que, “por lo que no vemos, sucede lo que vemos”: Por tanta pobreza mental, mezquindad, impudicia y narcicismo de muchos de nuestros mal llamados líderes acontece la pobreza, la desigualdad, el atraso, el desempleo y el torpe manejo de las crisis que, como la violencia y el Covid-19, resultan letales para tantos colombianos.

Ahora, para intentar comprender los porqué del envidiable avance de algunas regiones del mundo, sin desconocerla o subvalorarla, pongo en segundo plano la lógica pragmática que siempre se alega, o lo que se ve (inversión, estrategia, tecnología, etc.) pues, en mi opinión, estos son medios, más no el aliento vital que llevó a esas regiones a construir una economía pujante, diversificada, cooperativa e incluyente para alcanzar la prosperidad colectiva. 

Así entonces fijo la atención en lo que no se ve: Sentido histórico, cultura política, identidad, espíritu emprendedor, asociatividad, talante crítico, solidaridad, voluntad de diálogo y otros valores; allí, eso creo, está el alma de esas sociedades o el secreto de sus éxitos. Así sea tesis de “opinador cusumbo solo”, con total certeza digo que, mientras no se reconstruya el alma tolimense, pasarán más décadas de las que ya pasaron y la politiquería y el atraso seguirán siendo nuestra vergonzosa impronta y, por ello, como “arando en el mar”, seguiré ideando, opinando y proponiendo elementos orgánicos de la hoja ruta para reconstruir el alma Pijao.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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