Dicen del avestruz...

Alberto Bejarano Ávila

Aunque falso, existe el mito de que el avestruz esconde la cabeza en la tierra ante cualquier amenaza, forma insólita de escapismo que parece algunos tolimenses utilizan para disimular su talante pilatesco frente a cualquier juicio sobre las causas y causantes del evidente atraso que sufre el Tolima, escapismo que ocultan culpando al único gobierno nacional que, en los últimos cuarenta años, ha encarado las grandes reformas que exigen los colombianos para así impedir que afloren los innegables porqués del trastorno mental, moral y estructural que ancló al Tolima en el pasado y le impide zarpar hacia el futuro.
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Que las regiones engrandecen al país y no el país a las regiones es tesis proscrita porque, por razones que veremos, al statu quo tolimense no le conviene una cultura política fundada en el regionalismo autonómico.

Las razones referidas se explicarían averiguando porqué, desde hace cuarenta años, cuando el hegemónico gamonalismo clientelista enraizó como “modelo político” en el Tolima y salvo algunas excepciones que confirman la regla, no se construyen nuevas vías urbanas y rurales, puentes, viaductos, túneles, deprimidos, hospitales, centros de salud, colegios, generadores de energía, centros de investigación, acueductos y alcantarillados, espacios de recreación y deportes, parques, centros de exposiciones. 

También por qué no hay fomento al desarrollo, las calles se deterioran cada vez más, el civismo merma, el campesino continúa abandonado, la organización de la sociedad civil decae, la cultura del progreso es inexistente, las empresas públicas se debilitan, no se protege al débil, al medio ambiente, a los animales, en fin…

Dos serían las causas del atraso tolimense y que la opinión pública percibe como problemas, más no como causas del atraso y que incuban en aquel “modelo político” que, como legado frentenacionalista, asola al Tolima hace más cuatro décadas. Una, el saqueo continuado, por más de ocho lustros, de los erarios de 47 municipios, gobernación y entes descentralizados y dos, la “indignidad política” que, por inculta, ineficaz y corrupta, invalida el peso político y así relega al Tolima en los presupuestos nacionales de inversión. 

Por ello resulta extraño que universidades, investigadores, periodismo investigativo y organismos de control, ni siquiera como ejercicio pedagógico para el desarrollo, hayan calculado cuántos billones de pesos se esfumaron o no llegaron al Tolima en más de cuarenta años y qué porcentaje representa esa “billonada” frente al creciente déficit de infraestructura, servicios y bienestar del Tolima.

Por parecer de Ripley, indigna que algunos “políticos”, que parece se lucraron del saqueo de erarios o recibieron las migajas de ese saqueo y así causaron la decadencia tolimense, ahora actúen como avestruces criollos o caraduras, usando el odio visceral para culpar al gobierno del cambio del atraso tolimense y así esconder su falta de inteligencia y honradez. Exacerba también el chapulinesco llamado cuatrienal a los buenos del maniqueísmo personalista que orbita en el gamonalato clientelista por no entender que, solo con pensamiento regionalista y liderazgo colectivo, la política podrá ser factor decisorio para la trasformación del Tolima.

 

Alberto Bejarano Ávila

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