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A modo de incógnita planteo algunas de las sinrazones que tendrían que ser explicadas para viabilizar la ansiada salida del atolladero: ¿Por qué teniéndolo todo para construir progreso regional no se construye nada? ¿Por qué poco o nada de cuanto prometen se hace realidad? ¿Por qué tantas razones de peso que plantean los académicos y los estudiosos no cambian el sentido misional de los líderes y los convierten en actores coherentes? ¿Por qué la palabra necia acalla al juicio sensato? ¿Por qué la estulticia llega al poder y la sabiduría es condenada al ostracismo? ¿Por qué no se logran acuerdos sobre lo esencial? ¿Por qué el político es fin en sí mismo y no agente transformador de realidades? ¿Por qué la renuencia a remar juntos hacia un mismo lado? Difícil será hallar el camino correcto sin despejar estas sinrazones.
Generalmente los estudios, debates y propuestas sobre el desarrollo tolimense se plantean en la órbita de razones lógicas, o igual, desde modelos teóricos convencionales y de común aceptación se diagnostica, se planea y se fijan funciones para gestionar lo público, lo privado y lo social, sin lograr resultados sustentables, pero el ejercicio prospectivo nunca se plantea a partir de las sinrazones, por la simple razón de que los entornos académicos, corporativos, gubernativos, políticos y técnicos, se suele desestimar o calificar de subjetivo, especulativo o desatinado todo supuesto que no encuadre en “el rigor científico” y el examen objetivo, disciplinas éstas que se imponen desde afuera y jamás se recrean desde adentro.
El estigma al derecho de discrepar libremente de preconceptos fosilizados sobre cuestiones vitales del Tolima, impide que emerjan otras lógicas cuestionadoras y propositivas y, a partir de allí, pensar otros lineamientos estratégicos a seguir para lograr el esquivo progreso. ¿Por qué a muchos tolimenses nos resulta difícil entender que “hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes” (Einstein) no es justamente un acto de sensatez?
En ésta línea reitero entonces que reconstruir el alma tolimense es condición sine qua non para empezar a construir prosperidad, tesis que hoy prácticamente nadie “quiere comprar” porque, creo yo, no emerge de la lógica tecnocrática sino del análisis de las sinrazones y por ello se necesita tiempo para que ésta tesis se valorice en el “mercado ideológico” tolimense y se convierta en punto de partida para trazar, desde allí, la hoja de ruta del desarrollo.
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