Ecos de una tertulia

Alberto Bejarano Ávila

Amigos que en tertulia analizan la cotidianidad me invitaron a conversar sobre mis últimos artículos que versaron sobre la ‘Visión Tolima 20-50’ y el asunto electoral y que, como bien se concluía, son hechos correlacionados y lógicamente complementarios que, en la práctica, se excluyen mutuamente, porque ni la ‘Visión Tolima’ se ocupa de lo político ni ‘lo político’ tiene interés en la ‘Visión Tolima’ y ello revela cómo ‘los visionarios’ ignoran (eluden) que la política (variable trasversal), para bien o para mal, afecta el progreso y que ‘los políticos’ ignoran que la visión estratégica del futuro tolimense debe ser insumo capital de su discurso electoral y, es por ello, que en el Tolima todo termina siendo chispitas de pólvora mojada.
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Ésta incongruencia fue sopesada por la tertulia y, claro está, se compartieron ideas respectó al porqué ocurre tal rareza, concluyendo, grosso modo, que en el Tolima lo gubernamental (origen de la nueva versión de la ‘Visión Tolima’), emana de la política decadente y que esa política es decadente porque los políticos, ganadores o perdedores en elecciones y en todas las tendencias, no tienen como fin supremo el progreso tolimense, o igual, no son dirigentes orgánicos y usan la noción desarrollo para ocultar un fin personal. Así visto, la egolatría lleva al caudillismo fatuo que, así no se asocie a la corrupción, es tan nefasto como la corrupción misma, pues castra o aísla un atributo sine qua non del desarrollo: la construcción colectiva.

Aquella tertulia, sin la presión electoral de marzo 13 y luego de sesudas razones, quiso saber sobre las ideas que, en los artículos ya referidos, propusiera como aporte a la construcción de la ‘Visión Tolima 20-50’. No se necesitó mayor sustentación a las primeras: la plataforma ideológica para revivir lo endógeno-territorial, la identidad, la inclusión socioeconómica, el reencuentro de todos los tolimensismo y el uso sostenible de nuestros recursos naturales y aquella que, basada en la premisa de que el buen propósito social nace de grandes espíritus políticos y muere en la politiquería, proponía que la ‘Visión Tolima’ creara, como estrategia cardinal, el diseño, organización y difusión de un legítimo modelo político tolimense.

La que sí mereció animada conversación fue la propuesta de instituir el “Colegio Rector del Desarrollo Tolimense” como entidad autónoma (mixta o descentralizada) e integrada por antropólogos, sociólogos, psicólogos sociales, financieros, economistas, juristas, ingenieros, etc. Instituto que acopiaría proyectos y planes, públicos y privados, para mantener vigente la ‘Visión Tolima’ y agenciar cooperación tecnológica, económica y saberes ante instancias locales, nacionales y globales para potenciar los distintos emprendimientos del desarrollo.

Abrevio lo dicho: el costo de las secretarías de desarrollo, agricultura y otras dependencias oficiales (de suyo burocratizadas), sumado a recursos de cooperación, del sector privado y otros, financiaría el CRDT (Think Tank) que, libre de politiquería y respetando la diversidad para generar confianza, orientaría y dirigiría el auténtico proceso de desarrollo tolimense.

Alberto Bejarano Ávila

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