¿Pa’ dónde va Vicente?

Alberto Bejarano Ávila

Parece que esta vez tampoco fue posible lograr una coincidencia y convergencia política que pudiera ocasionar un quiebre histórico en el Tolima y por tanto el cuatrienio 2024-2027 será igual y hasta peor porque, es evidente, las llamadas fuerzas vivas del Tolima aún no admiten que vivimos una era de decadencia que solo una profunda escisión detendría.
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Si un juicioso observador rastrea los últimos cuarenta años, cuatrienio por cuatrienio, sin duda hallará que la gestión pública es cada vez más anodina y que los males más lacerantes, como corrupción, desempleo, vetustez de la infraestructura y pobrezas en general, siguen creciendo de forma implacable e igual hallará que, por no reconocerla, la decadencia no origina juicios de valor sobre el verdadero fin de la política y que, por esa ausencia de visión y criterio, los “políticos” seguirán siendo, cositeros, promeseros y personalistas.

No es difícil coincidir en que la decadencia política, moral e intelectual origina la decadencia material, pero difícil es hallar eco o coincidir en la fundamentación y alcances de un quiebre histórico y así entonces, en vez de voluntad para concertar un derrotero estratégico para la restauración del Tolima, caemos en el facilismo de culpar a “los malos políticos” de los males más sentidos y sufridos por la sociedad y, de allí, la también facilista creencia de que ello se corrige eligiendo “buenos políticos” para así seguir “dando palos de ciego”. Debe admitirse que, así como el Tolima y sus 47 municipios han tenido gobernantes incapaces y corruptos, también tuvieron gobernantes idóneos y honestos sin que la decadencia haya cesado y ello demuestra que la política basada en el ¡ese es! o el personalismo siempre será “quemadero” de lideres intrínsecamente buenos y “energizante” para ególatras, mediocres y uñilargos.

Insistentemente he querido sugerir, como tema a debatir, que la política tolimense no debe ser mesiánica y que el deber personal no se limita a elegir cada cuatro años, pues la política, para quienes creemos que el progreso es construcción histórica, debe ser tarea perene que parte del acuerdo para trazar lineamentos ideológicos (proyecto político), visón estratégica, organización democrática y trazabilidad en todo el territorio tolimense, para así garantizar que la política realmente cohesione, construya y transforme y no arruine. Explico mejor esta idea preguntando si los candidatos a la alcaldías o concejos en Alpujarra, Planadas, Herveo, Cunday, Ibagué, Espinal, en fin, en 47 municipios, tienen un nexo ideológico regionalista que permita creer que, desde su gestión local, aportarán sinergias a la restauración del Tolima o si, para “triunfar”, agachan su cerviz ante poderes caducos y egocéntricos.

Por creer que el genuino deber político no es elegir sino transformar al Tolima me niego a ir “pa’ donde va Vicente” y, consciente de que siendo tesis que hoy genera escasa audiencia, igual generaría escasos votos, porfío ante los tolimenses y sus lideres insumisos, si existen, en que la política tenga fundamentación regionalista, pues, aunque “culebrero”, es el único camino correcto para empezar la trasformación del Tolima.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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