CAMPAÑAS PERMANENTES

Alfonso Gómez Méndez

Por las entretelas de nuestro sistema político electoral, Colombia parece un país en permanente campaña. No termina de elegirse un presidente cuando ya le comienzan el proceso sucesoral. En la mayoría de los países con democracias sólidas y partidos de verdad, las campañas suelen durar no más de cuatro meses. Nosotros no tenemos siquiera un espacio de “tregua” para pensar qué es lo que más le conviene a una región o al país.
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Instrumentos válidos en toda democracia los hemos desnaturalizado. Las consultas internas de los partidos son una forma necesaria para impedir la dictadura del bolígrafo. Pero funcionan cuando se realizan dentro de sus militantes y no de manera abierta. Para eso se requieren partidos organizados que puedan carnetizar a sus miembros.

Muy lejos estamos de llegar a ese grado de madurez y las llamadas “internas” son interferidas por múltiples factores; además, como son “abiertas” y pueden no coincidir con otras elecciones, se requiere toda una organización -que cuesta mucho- por parte de la Registraduría, debates radiales y televisivos y, desde luego, la reposición de votos. Casi que es uno de los atajos para burlar los topes electorales fijados para las campañas propiamente dichas. Es reciente el caso de una consulta interna-abierta en el Partido Liberal que, con lánguida votación, le costó al erario más de cuarenta mil millones de pesos. Los “gastos” del “precandidato”, no se los computan para efectos de topes si llega a ser candidato.

Otro instrumento concebido con muy buena intención ha facilitado también esas desviaciones. La idea era que, para evitar la partidocracia, alguien pudiera acudir directamente a la recolección de firmas para inscribirse en una elección. Sin embargo, se desnaturalizó totalmente. Surgieron empresas encargadas de recolectar firmas; una misma persona puede “avalar” con su firma diversas y disimiles candidaturas; algunos lo utilizan como una forma de “darse a conocer”; el Consejo Nacional Electoral no ejerce ningún control sobre los gastos en que se incurre; reconocidos caciques y jefes de partido acuden al instrumento para presentarse como “antipolíticos”; candidatos que acudieron a las firmas, resultan luego “coavalados” por dos, tres y más partidos tradicionales o semi-tradicionales. Es una clara pero engañosa forma de “anticipar” una elección…

Y en cuanto a la presidencia, siempre hay una larga lista de candidatos y “candidotes” permanentemente en “campaña”. No era así ni durante la odiosa figura de la “alternación” entre liberales y conservadores. Como los partidos sí existían, se hablaba de la llamada “fila india”.

Frente a los resultados del 29 de octubre -no suficientemente bien leídos- algunos comentaristas expresaron la hipótesis de que ya comenzó la campaña presidencial para el 2026, eso sí, expresando desde ahora sus personales preferencias. Falta mucho todavía y en la política colombiana no se puede hacer previsiones más allá de dos meses a riesgo de quedar desubicado. Quien iba a creer, seis meses antes de las últimas presidenciales, que un curioso personaje como Rodolfo Hernández iba a estar tan cerca de ser presidente.

Casos similares han pasado en la historia reciente de Colombia. Tal vez fue mi profesor Jaime Castro quien, con su malicia y sorna boyacense, dijo que entre 1997 y 1998 el país  había tenido por lo menos cuatro presidentes: Alfonso Valdivieso, quien por su gran popularidad como Fiscal General se retiró de la entidad con un 42 por ciento de intención de voto; Horacio Serpa, candidato favorito de Samper y que figuraba casi como seguro sucesor; el general Harold Bedoya quien tuvo el 24 por ciento de intención; Noemí Sanín, un fenómeno electoral en esa campaña, apoyada por López Michelsen, quien de haber pasado a la segunda vuelta hubiera ganado; y, el realmente elegido, Andrés Pastrana, quien al comienzo de la contienda aparecía rezagado. Germán Vargas -quien se había ganado la confianza de Uribe por habérsele retirado a última hora a Horacio Serpa- aparecía como su sucesor “natural” pero terminó siéndolo Juan Manuel Santos…

Valdría la pena entonces que, conociendo la historia, le bajemos a la euforia de lanzar desde ya candidaturas por

ALFONSO GÓMEZ MENDEZ

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